cuentos latinoamericanos

Páginas: 18 (4267 palabras) Publicado: 19 de septiembre de 2014
Nuevos tiempos
Eduardo PÉREZ OTAÑO

Dos lágrimas corrieron por sus mejillas. Se agachó y limpió el polvo acumulado durante casi dos años sobre aquel pedazo frío de mármol que servía de única identificación. Podía leerse: “María Azucena Infante Travieso” (junio 24 de 1987 – febrero 29 de 2012)
Se levantó y miró en dirección Norte. Cerró los puños y pidió a Dios perdón para quienes no lomerecían.
Volvió a bajar la vista. Dijo una breve oración y se limpió las lágrimas, tan amargas como el dolor que le embargaba.
Un pequeño de cinco años llegó corriendo a su lado.
-Abuelo, ¿y mamá? Me dijiste que la veríamos.
-Aquí está, en su nueva casa –dijo el anciano en un susurro.
Tomó al niño en sus brazos.

Volvió a agacharse y colocó la flor que este traía entre sus manitos.-Hija mía, ahora ya no emigramos al Norte. Gracias a la nueva América que construimos para todos no tendremos que dejar nuestra tierra por una ajena, o por quienes nos desdeñan y persiguen y ultrajan y explotan…. ¡Al fin, por Dios, podemos llamarnos americanos, sin temores o malas interpretaciones! ¡Ojalá estuvieras aquí!
Bajó al pequeño, se puso de pie y lo tomó de la mano. Dieron la espalda alsepulcro y partieron, para jamás regresar.

Eduardo Pérez Otaño
Pinar del Río, Cuba









La Noche fue clara como el día
Pedro Emilio RAMÍREZ

La noche se hacía soledad en mi alma. Me percibía llena de angustia, de hastío, de impotencia… Noches en vela, esperando… esperando… Todos me decían: “mujer, sólo queda esperar… será lo que Dios quiera”. Lo que Dios quiera… ¡Lo queDios quiera! ¿Y lo que yo, lo que yo quiero, entonces no cuenta?
Mi niña jugaba tranquila, corría tranquila, era una niña más… llena de vida, traviesa, inundada de sonrisas. Aún ajena a ese mañana gris que a todos los pobres y muertos de hambre nos aguarda. Más, de la noche a la mañana… De la mañana a la noche, mejor, fue apagando el brillo de sus ojitos color de arena, se fue perdiendo lahumedad de sus labios, la tersura de su piel siempre sonrosada por jugar en las tardes de sol…
Busqué ayuda desde un principio, pues ella es lo único que me queda.


Aquí no tengo a nadie más… soy sólo una mujer, y como si esto no fuera suficiente para padecer el maltrato y la discriminación, en una tierra donde Dios pareciera que protege sólo a los hombres… Mi marido murió hace cuatro años en unarevuelta callejera, de esas que tanto abundan en estos días de tanta conflictividad social; y el único hijo varón que me dejó, marchó hace más de seis meses al norte, lejos, muy lejos, con el sueño de encontrar allá una mejor vida; no he vuelto a saber de él desde aquella tarde que partió junto a otros muchachos del barrio.
Por acá no hay quien atienda a los pobres. ¿Quién se acuerda denosotros? Llevé a mi hija donde Juana, la anciana, conocedora del mundo de las hierbas y la raíces. Bebidas, ungüentos, pócimas, nada… nada. “Sólo nos queda esperar, mujer”, me dijo Juana hace unas semanas en medio de las risas de sus muchos nietos jugando en las calles vecinas, risas que llegaron a mis oídos como cantos fúnebres, como espadas aguijoneándome la garganta, traspasándome la esperanza queaún palpita en algún rincón de mi alma.

Cargué con le cuerpecito débil de ni niña, camino a la pieza, mientras caía la noche; tenía sus manos frías y su frente sudorosa prendida en fiebre. Acosté su frágil figura entre las sábanas tejidas en tantas noches de tristeza y soledad; y recordé frases sueltas de una plegaria que una vez escuché a un extranjero pronunciar ante una gran desgracia.¡Extranjero! Qué absurdo, yo era en ese momento la extranjera… Veinte años viviendo allí, entre ellos, veinte años con ellos, sufriendo los mismos fríos en las noches de invierno, padeciendo los mismos calores en los largos y duros días de los veranos polvorientos… bebiendo la misma agua, pisando la misma tierra… pero extranjera, huérfana de patria, ajena… Vine llena de juventud y esperanza, a este...
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