Cumandá (Resumido)
Al fin llegó a las palmeras, se detuvo un momento a contemplarlas, las dirigió algunas palabras, como si pudiesen entenderlas, besó las cifras, y haciendo al punto memoria de lo que decían, se puso a cantar a media voz, cual si quisiese imitar el murmurio del arroyo, estas estrofas:
Palmas de la onda queridas
Que exhala aquí dulce queja,
Yal pasar besándoos deja
Las plantas humedecidas;
Palmas queridas del ave
Que posada en vuestras flores
El canto de sus amores
Os dirige en voz suave;
Oh palmas, que en lazo fuerte
Os ha unido la liana,
No seáis imagen vana
De nuestra futura suerte:
Junte así lazo amoroso
A Cumandá tierna y bella
Con el vate que por ella
Se siente al fin venturoso.
Pero no cantaba de seguida: sehabía sentado en las raíces del matapalo que se movían flexibles sobre el Palora, y columpiándose en ellas hasta mojarse a veces el blanco pie en las ondas, guardaba breve silencio después de cada cuarteta, y se inclinaba y tendía el cuello para mirar por entre las ramas y juncos de la orilla hasta la desembocadura del río, cubierta de tenue y vaporosa neblina. Aguardaba al extranjero vate cuyosversos conservaba grabados más hondamente en la memoria que en la corteza de las palmas; y el extranjero tardaba en llegar, y el pecho de ella comenzaba a temer, a inquietarse, a llenarse de angustia, pues la mañana se pasaba y era urgente hablar con él e imponerle de que al día siguiente ella y toda su familia debían ausentarse del Palora lo menos por medio mes.
Al cabo, allá, a la distancia, semueve un punto negro entre la bruma y las ondas; puede ser el extranjero. El corazón de la virgen salvaje comienza a serenarse. Crece el punto, acércase más y más; es una ligerísima canoa manejada por un solo remero. Cumandá doblada sobre el río y asida de un bejuco para asegurarse y no dar en las aguas, permanece con la vista fija en el nauta que ya llega; el nauta es el joven extranjero que, alcompás del remo, viene también cantando. La hija de Tongana cree escuchar las melodías de los buenos genios de las aguas que saludan al nuevo día, y se llena de vehemente alborozo. Cantaba el joven:
Vuela, canoa mía, vuela, vuela,
Burlando las corrientes del Palora:
Tendida al viento de mi amor la vela
Al remo vencedor se añade ahora.
Vuela, vuela, que allá junto a la palma
Del bosque la deidadme ha dado cita;
Allá me espera la mitad de mi alma,
La que en viva pasión mi ser agita...
Un grito de gozo infantil de Cumandá impidió continuar su canto al joven Carlos de Orozco, que reparó de súbito en ella, atracó la canoa y saltó a tierra.
-Amigo blanco -le dijo la india-, eres cruel; todavía no cesaba la voz del grillo ni se apagaba la luz de las luciérnagas, cuando dejé mi lecho porvenir a verte, y tú has tardado mucho en asomar; ¿te vas olvidando del camino del arroyo de las palmas? ¡Oh, blanco, blanco! los de tu raza no tienen el corazón ardiente como los de la mía, y por eso no acuden presto a la llamada de sus amantes.
-Cumandá, me acusas de cruel, y lo eres tú en verdad, pues que así me reconvienes sin observar que no me ha sido fácil venir muy pronto; ¿no ves cómo...
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