debilidad de un obispo
Cuando Aguirre llegó a Bangassou, los ancianos de las aldeas cercanas contaban con el respeto y la admiración de los más jóvenes. Por eso, parasubrayar su prestigio, se les consideraba hechiceros, hombres sabios, poderosos. Hasta que el sida cayó sobre ellos. La enfermedad más feroz de nuestro tiempo se cebó en la población centroafricana conuna virulencia insólita, y mientras los médicos se confesaban impotentes, incapaces de curarla, el Gobierno buscó culpables, los encontró en los viejos, puesto que siempre se les había consideradohechiceros, y se dispuso a dar una solución ejemplar al problema. Sin más trámite, ordenó que se detuviera a todos los ancianos para encerrarlos en cárceles inmundas, sin camas, sin atención médica, en lascondiciones precisas para asegurarles una muerte lenta y atroz. Hasta que Juan José Aguirre se los pidió al Gobierno. Fue más o menos así: a vosotros os estorban, dádmelos a mí y yo me encargo. Sesalió con la suya, se los llevó a Bangassou, hizo casas para ellos, les alojó, les atendió, les dio de comer. Y descubrió que no había hecho más que empezar.
El sida se había convertido en el mayorasesino en serie del planeta; África, en su coto favorito, y el número de víctimas crecía en una proporción inconcebible, imposible no ya de atajar, sino hasta de comprender. Los culpables seguíanresultando imprescindibles, y después de los ancianos les tocó a las mujeres. Ellas debían de tener la culpa, pues al estar enfermas, parían hijos enfermos que extendían la epidemia. La tragedia...
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