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DORA LEVY MOSSANEN
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EL REINO DE LA SEDUCCIÓN
EL GUARDIAN DEL HAREN


ÍNDICE

Capítulo 1 4
Capítulo 2 13
Capítulo 3 20
Capítulo 4 26
Capítulo 5 30
Capítulo 6 34
Capítulo 7 45
Capítulo 8 49
Capítulo 9 58
Capítulo 1066
Capítulo 11 76
Capítulo 12 79
Capítulo 13 85
Capítulo 14 89
Capítulo 15 100
Capítulo 16 103
Capítulo 17 111
Capítulo 18 115
Capítulo 19 122
Capítulo 20 125
Capítulo 21 128
Capítulo 22 133
Capítulo 23 136
Capítulo 24 142
Capítulo 25 145
Capítulo 26 151
Capítulo 27 156
Capítulo 28 164
Capítulo 29 171
Capítulo 30 175
Capítulo 31 178
Capítulo 32 186Capítulo 33 190
Capítulo 34 195
Capítulo 35 201
Capítulo 36 207
Capítulo 37 217
Capítulo 38 220
Capítulo 39 223
Capítulo 40 228
Capítulo 41 232
Capítulo 42 235
Capítulo 43 242
Capítulo 44 245
Capítulo 45 251
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA 256SPECIAL_IMAGE-Mossanen,%20Dora%20Levy%20-%20El%20reino%20de%20la%20seducci%C3%B3n%20(El%20guardian%20del%20har%C3%A9n)_html_52cbe9d2.png-REPLACE_ME
Capítulo 1
Rebeca, la de los ojos de color malva, oyó una voz que la iba a obsesionar durante el resto de su vida.
—Ya sé que sólo tiene diez años. Seré paciente.
Con la muñeca abrazada contra sí, se revolvió en el camastro. El calor, las moscas y las tranquilizadoras palabras del desconocido que había en la habitación de al lado le habían interrumpido el sueño. Lasvisitas eran raras en su casa. Su madre viuda se marchaba al amanecer para ir a lavar la ropa de otra gente. Al caer la tarde, Rebeca aprendía bajo la tutela de su madre a cocinar pastelillos de pistacho y arroz crujiente, a conocer las distintas hierbas aromáticas y a halagar al hombre que un día cuidaría de ella.
Rebeca pegó el oído a la endeble pared.
La tos de su madre quebró el silencio.Rebeca crispó la mano sobre el pecho, como si la tos se hubiera originado en sus propios pulmones.
—Es la niña más hermosa de toda Persia. La estoy reservando para un marido rico.
Suspendida entre la vigilia y el sueño, Rebeca oyó la melodiosa persistencia del hombre, las promesas de muñecas de porcelana y faldas de encaje, dulces de garbanzos y barritas de sésamo y azafrán, todas ellasfantasías recurrentes en sus sueños.




Poco tiempo después, Rebeca y su madre fueron a la casa de buganvillas, a ver a la anciana Zoroastra, la vidente que había sido testigo del apogeo y la decadencia de muchas dinastías. Ella era la única persona viva que había visto el periodo previo a la introducción del mal en el mundo, la época presidida por el gran profeta del bien, Ahura Mazda.
Alfinal de la avenida de granados, Rebeca y su madre llegaron a la vivienda de una sola habitación que había allí, enterrada bajo la abundancia de flores. Tras apartar el ramaje, buscaron la baja entrada y empujaron la puerta, que nunca tenía el cerrojo puesto. Luego se demoraron en el umbral, esperando alguna señal.
La vieja permanecía sentada con las piernas cruzadas junto a un brasero repleto deardientes carbones. Las semillas de ruda esparcidas en él llenaban de expectación el aire con su humeante crepitar. La cenicienta piel de la Zoroastra resalta tensa sobre los frágiles huesos. Había perdido todo el pelo con el paso del tiempo, pero bajo los purpúreos párpados, los ojos mantenían una inquisitiva atención.
La madre de Rebeca evitó posar la vista en los amuletos de turquesa quependían del cuello de la anciana y en los rojos pendientes, que parecían mirarla cual iracundos ojos.
—Santa sabia, he prometido a Rebeca en matrimonio. Ha venido a solicitar vuestra bendición.
La Zoroastra no levantó la cabeza, ni abrió los ojos ni formuló pregunta alguna. Con la mirada fija en el fuego, había visto acercarse a Rebeca y su madre. Luego se había abrazado las huesudas rodillas y...