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Desde hace nueve años Cervelio Mateo Campos no escuchaba la voz de su madre. A los 19 años dejó una carta en casa de sus padres informándoles que partía de su natal Honduras en busca del sueño americano. Ayer, después
de librar la muerte en varias ocasiones y haber formado una familia en Tabasco, volvió a comunicarse a través de un
modesto celular con quienes le dieron el ser.
Con la voz frágil y la mirada cristalina, empañada, comunicó a sus padres que se encuentra bien, que hay dos nietos y una nuera en Tabasco que no conocen. Pero que no se preocupen, pronto, quizá en un año, regresará a visitarlos.
Cervelio es uno de los más de 200 indocumentados que han sido encontrados gracias al Movimiento Migrante Mesoamericano; dejó de formar parte de las estadísticas de más de 70 mil centroamericanos que han sido
reportados como desaparecidos en México.
Su respiración es irregular, su pecho trata de calmar turbulencias. Recuerda cómo una tarde nublada en un plantío de café, decidió abandonar a sus padres Maria Silvia, José Venancio y a sus siete hermanos para ir busca de
dólares, de una casa, autos, una vida mejor
Sólo tardó tres meses en pensar su decisión, tomó una mochila con ropa, zapatos, tres mil pesos hondureños y se
aventuró camino a lo incierto, “todo Guatemala lo cruce en carro, en autobús, de ahí cruzamos una selva”.
En la selva, los alimentos se agotaron, la ropa se rompió. Luego de dos días y medio de camino, dormir debajo de
los árboles y tratar de engañar al terror, salieron a la zona fronteriza de El Ceibo, “llegando casi cerca de Tenosique
había una casa, cuando vimos la casa nos sentimos alegres porque había dónde comer”.
“Yo no sabía nada, viene uno como si estuviera ciego, no sabes a donde vas, así es como vine de Honduras, sin
conocer nada, le preguntábamos a la gente”.
Entre el desconocimiento, el hambre y la nostalgia, Cervelio logró encontrar las vías del tren, sin embargo, algo en ...
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