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problemas cotidianos y sus frustraciones hacia su alumnado, que en realidad tendría que recibir de ellos instrucción y formación. Generalmente están convencidos de que deben
aplicar rigurosamente su autoridad. Incluso el reconocido autor en materia de bullying Tim Field ha llegado a trazar un perfil bastante elocuente de estas personas, que tienen
“rasgos narcisistas, paranoides, se autoconvencen de que tienen razón en su
hostigamiento y de que su comportamiento es justo (…). Tienen sentimientos de inferioridad y fracaso; son incapaces de afrontar su incapacidad y para desviar la atención
sobre sus limitaciones arremeten contra otros; son irresponsables e incompetentes”. Drástico pero no errado en sus palabras ha sido el investigador.
Los docentes que practican bullying sobre alumnos suelen actuar motivados por el miedo. El miedo a perder el control de una clase, el miedo a ser agredidos por los jóvenes e
incluso el miedo a ser dejados en ridículo por aquellos que se muestren talentosos e
inteligentes. Lo más normal es que sean personas sin demasiada experiencia, formación ni preparación previa para tomar tamaña responsabilidad, la de educar a las futuras
generaciones.
Lo que es peor en este tipo de casos es que la víctima puede ser, literalmente, cualquiera. No necesariamente tiene que ser un alumno retraído y con problemas de sociabilidad
como sucede en el bullying entre pares, sino que perfectamente puede ser alguien totalmente trabajador y estudioso, como aquel que se la pasa generando revuelo o el que
se mantiene indiferente. El problema está cuando el docente acosador pone el ojo sobre él, motivado por ese miedo a ser desbordado en cualquier sentido por el que se sabe un
eslabón debajo en la cadena del poder educativo.
Existe un problema más sobre este asunto: el acoso de profesor a alumno suele quedar ...
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