Doris Lessing "La Brujería no se Vende"

Páginas: 13 (3172 palabras) Publicado: 4 de febrero de 2016
Doris Lessing: LA BRUJERÍA NO SE VENDE
 



Cuando nació Teddy, los Farquar llevaban muchos años sin tener hijos; les conmovió la alegría de los sirvientes, que les llevaban aves, huevos y flores a la granja cuando acudían a felicitarlos por la criatura, y exclamaban con deleite ante su aterciopelada cabeza y sus ojos azules. Felicitaban a la señora Farquar como si hubiera alcanzado un granlogro, y ella lo sentía como si así fuera: dedicaba una sonrisa cálida y agradecida a los nativos, que persistían en su admiración.
Más adelante, cuando cortaron el pelo a Teddy por primera vez, Gideon, el cocinero, recogió del suelo los suaves mechones dorados y los sostuvo en una mano con aire reverente. Luego sonrió al niño y dijo: «Cabecita Dorada». Ese fue el nombre que los nativos otorgaron alniño. Gideon y Teddy se hicieron muy amigos desde el principio. Cuando Gideon terminaba su trabajo, alzaba a Teddy sobre sus hombros y lo llevaba a la sombra de un árbol grande, donde jugaba con él y le hacía curiosos juguetes con ramitas y hojas y hierba, o moldeaba el barro húmedo del suelo para darle formas de animales. Cuando Teddy aprendió a andar, era Gideon quien solía agacharse ante él ychascaba la lengua para estimularlo, lo recogía cada vez que se caía y lo lanzaba al aire hasta que los dos quedaban sin aliento de tanto reír. La señora Farquar tomó cariño a su anciano cocinero por lo mucho que éste quería al niño.
No hubo más hijos y un día Gideon dijo:
–Ah, señorita, señorita, el Señor le envió a éste. Cabecita Dorada es lo mejor que tenemos en esta casa.
El plural de «tenemos»provocó un cálido sentimiento de la señora Farquar hacia el cocinero: a fin de mes le subió la paga. Ya llevaba con ella unos cuantos años; era uno de los pocos nativos que tenía a su mujer e hijos en el complejo y nunca quería irse a su aldea, que estaba a cientos de kilómetros. A veces se veía a un negrito que había nacido en la misma época que Teddy mirando desde los matorrales, asombrado antela visión de aquel chiquillo con su milagroso cabello claro y sus nórdicos ojos azules. Los dos niños intercambiaban miradas abiertas de interés y una vez Teddy alargó una mano con curiosidad para tocar el pelo y las mejillas negras del otro niño.
Gideon los estaba mirando y, tras menear la cabeza reflexivamente, dijo:
–Ah, señorita, ahí están los dos niños; de mayores, uno se convertirá en baas yel otro en sirviente.
La señora Farquar sonrió y respondió con tristeza:
–Sí, Gideon, estaba pensando lo mismo –suspiró.
–Es la voluntad de Dios –dijo Gideon, que se había criado en las misiones.
Los Farquar eran muy religiosos y aquel sentimiento compartido de lo divino acercó aún más al sirviente y sus señores.
Teddy tendría unos seis años cuando le regalaron una moto y descubrió laintoxicación de la velocidad. Se pasaba el día volando en torno a la granja, se metía enlos parterres, ponía en fuga a las gallinas alarmadas entre graznidos y a los perros irritados y trazaba un amplio arco mareante para terminar su carrera ante la puerta dela cocina. Entonces, solía gritar:
–¡Mírame, Gideon!
Gideon se reía y decía: –Muy listo, Cabecita Dorada.
El hijo menor de Gideon, que ahora se cuidabadel ganado, acudió desde el complejo a propósito para ver la moto. Le daba miedo acercarse, pero Teddy se exhibió para él.
–¡Negrito! –le gritaba–. ¡Apártate de mi camino!
Se puso a trazar círculos alrededor del muchacho hasta que éste, asustado, echó a correr hacia los matorrales.
–¿Por qué lo has asustado? –preguntó Gideon, en grave tono de reproche.
Teddy contestó desafiante:
–Sólo es unnegrito.
Y se rió. Luego, cuando Gideon se apartó de él sin hablarle, Teddy se quedó serio. Al poco rato entró en la casa, buscó una naranja, se la llevó a Gideon y le dijo:
–Es para ti.
No era capaz de decir que lo sentía; pero tampoco podía resignarse a perder el afecto de Gideon. Este aceptó la naranja de mala gana y suspiró.
–Pronto irás al colegio, Cabecita Dorada –dijo, asombrado–. Y luego te...
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