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Llegué al seminario, el prior y los seminaristas me recibieron muy afables. Al poco tiempo todos se dispersaron para continuar sus labores. Quedamos solo el superior y yo. Entonces me dijo: –Debes durar una semana de retiro espiritual, al cabo de la cualvolveremos a hablar. Me retiré a mi habitación, era un domingo, primer día de la semana. Solo salía de ella para ir a la capilla muy temprano y al comedor a las horas de las comidas, aunque todos hablaban animadamente en las mesas, yo guardaba silencio religioso. Me sumí en la soledad. En mi mente se agolpaban los recuerdos de Quídam, Armanda, Susei, Fulgencio, el olor nauseabundo había desaparecido.Los días de la semana corrían con monotonía, al tercer día, inicié a leer la novela manuscrita de Quídam. Al inicio sentí repudio y desánimo, no había nada extraordinario en las hojas iniciales. Todo parecía un escrito disperso, Esa mujer pretende que a la semana le faltan días y por eso no sabe que hoy es un año. Esa mujer es telúrica y anda llena de soledades por sentirse arcilla. Esa mujer lahe visto sufriendo las crueldades, que le han roto la vida y no hay quien recoja sus pedazos. Esa mujer pretende que el singular no existe y su grito cansado me llena de dudas. Esa mujer sorprende, no hay espejo que contenga su respiración, aunque contenga su cuerpo. Esa mujer es tan antigua, que es posible que sea mi huella, ella es la razón de mi espera en unos días perdidos. Adiós, adiós, adiós…Azul del cielo desierto, agua que se resbala, mar de bosques, nubes, furia azul que me tala. Aguacero cayendo entero, diluvio viajando pluvio. ¡Ay! Sereno, sereno yo te llevo, en estos ojos que por ti están lloviendo. Vuelo entre dos azules, tu mar y mi cielo. Mi barca partiendo en dos aguas y tu mar inundando mi vida. Tu alegría bandera nocturna en el cielo. Mi tristeza tener tu bandera enreflejo. Es tan lejos pero te requiero. Adiós, adiós.
Silencio para verte, fuego para encontrarte, sombras para negarte. No habrá espejo que no te defienda de lo visible y lo invisible. Lluvia para reírte en mi compañía, de las moscas, de la vela y el oro. Tierra y dados para no aterrarnos de la oscuridad o resplandor que llevamos dentro. Adiós, adiós
Llueve y el agua revienta, saltando en chispasde luz, la noche ya lavada se asoma en los brillantes del gato, que sale despavorido al sonar de la palabra fatal. Y del gallo sacrificado la sangre cae estrangulada. Como la arena en el reloj. Y desde los espejos de la noche, desde muy adentro, me viene cayendo tu presencia sagrada en el rito de la danza agonal. Al estallido de la palabra, que te vuelve misterio en este rayo de luna que no sé sies frío o caliente, te busco. Adiós, adiós.
Y vino el tiempo y todo lo acabó, hasta lo que le opuso tenaz resistencia; pero no pudo con mi debilidad, quererte con urgencia, adiós.

Yo los vi, no les digo dónde, pero créanme, eran miles, cientos decenas de hombres famélicos. Buscaban con ahínco, con ansias, traían libros cuyas páginas eran láminas de espejo, murmuraban gregorianamente un nombre.Me acerqué a uno de ellos y le pregunté:
– ¿a quién buscan?, me contestaron
–a Platón, para que nos devuelva nuestras sombras. No soportamos el peso de la memoria, abominamos de lo auténtico y de la luz, preferimos la verdad insufrible y gemela de nuestro cuerpo.
– ¿y quién es vuestro jefe?
–Uno que llaman Tiresias
Lo busqué con la vista y, ahí estaba embelesado con el cromatismo...