el asesinato de pitagoras
EL ASESINATO DE PITÁGORAS
Marcos Chicot
Copyright 2013, Marcos Chicot
El asesinato de Pitágoras
Para Lara,
y para todas las personas
quea lo largo de la vida
me han hecho sentir su cariño.
Gracias
El asesinato de Pitágoras
El asesinato de Pitágoras
“Sabrás también que los males que afligen a los hombres,
por ellos mismos hansido generados.
En su pequeñez, no comprenden
que tienen junto a ellos los mayores bienes.”
Versos Áureos.Pitágoras.
“Ante todo, respétate a ti mismo.”
Versos Áureos.Pitágoras.
PRÓLOGO
25 de marzo de 510 a. C.
«Aquí se encuentra mi sucesor.»
Pitágorasestaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas, la cabeza inclinada y
los ojos cerrados. Se hallaba inmerso enun estado de intensa concentración. Frente a él,
seis hombres aguardaban expectantes.
Había traspasado límites inimaginables,controlaba el espíritu humano y las leyes del
cosmos. Ahora su principal objetivo era que la hermandad que había fundado siguiera
desarrollando esas capacidades cuando él no estuviese.
Inspiró profundamente el aire del templo. Era fresco y olía suavemente a mirto,enebro y romero, las hierbas purificadoras que habían quemado al inicio de aquella
reunión extraordinaria.
Sin previo aviso, la firmeza de su ánimo se tambaleó con violencia. Su corazón
estuvo un par de segundos sin latir y tuvo que hacer un esfuerzo titánico para
conseguir que no se alterara ninguno de sus rasgos. Sus discípulos más avanzados se
encontraban junto a él, esperando a que emergierade su meditación y les hablara. «No
deben advertir nada», se dijo alarmado. Compartía con ellos la mayoría de sus
premoniciones, pero no ésta. El presagio era demasiado tenebroso. Lo mortificaba
desde hacía semanas, y seguía sin revelarle ningún detalle.
Exhaló el aire lentamente. La oscura fuerza del presentimiento se había multiplicado
al entrar en el templo; sin embargo, no había ningúnotro indicio que hiciera pensar que
corrían peligro.
Los seis hombres que tenía enfrente, sentados en semicírculo y ataviados con
sencillas túnicas de lino, pertenecían al grado más alto de la orden, el de losgrandes
maestros. A lo largo de los años había desarrollado hacia ellos un afecto sólido y un
profundo orgullo. Sus mentes se contaban entre las más capaces y evolucionadas de la
Elasesinato de Pitágoras
época, y cada uno había hecho sus propias aportaciones al corpus pitagórico. No
obstante, sólo aquél a quien nombrara sucesor recibiría sus últimas enseñanzas y con
ellas ascendería otro peldaño entre lo humano y lo divino.
Su heredero espiritual, además, podría alcanzarun poder terrenal único en la
historia. Sería el dirigente de las élites pitagóricas, que regíansiguiendo los principios
morales de su orden sobre un territorio cada vez más amplio. La hermandad ya se había
extendido más allá de la Magna Grecia: gobernaba ciudades de Grecia continental,
algunas poblaciones etruscas e incluso se estaban introduciendo en la floreciente Roma.
Después vendrían Cartago, Persia…
«Aunque no deben olvidar queel poder terrenal es sólo un medio.»
Pitágoras levantóla cabeza pausadamente y abrió los párpados.
Los seisdiscípulos se sobrecogieron. En los ojos dorados del maestro ardía un fuego
más intenso de lo habitual. Su cabello, de un blanco níveo, caía en cascada sobre sus
hombros y parecía resplandecer al igual que su espesa barba. Tenía más de setenta años,
pero mantenía casi intacto el vigor de la juventud.
—Observad latetraktys, clave deluniverso —la voz de Pitágoras, profunda y suave,
resonó en el solemne espacio del templo circular.
En la mano derecha sostenía una vara de fresno. Con ella señalóhacia el suelo de
mármol, donde había desenrollado un pequeño pergamino entre él y sus discípulos.
Mostraba un sencillo dibujo. Una figura triangular formada por cuatro filas de puntos.
La de la base contenía cuatro puntos, la siguiente...
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