El caballero de las Estrellas





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CLARK CARRADOS
EL CABALLERO DE LAS ESTRELLAS
Colección
HEROES DEL ESPACIO n.° 28
Publicación semanal
EDICIONES CEBES, S. A.
AGRAMUNT, 8- BARCELONA (23)
ISBN 84-85626-56-7 Depósito legal: B. 26.124 - 1980
Impreso en España - Printed in Spain 1.a edición: octubre, 1980
© Clark Carrados - 1980
texto
© Three Lions - 1980
Cubierta
Esta edición es propiedad de EDICIONES CERES, S. A. Agramunt, 8 Barcelona - 6
Impreso en los Talleres Gráficos de EBSA Parets del Valles (N-152, Km 21,650) Barcelona - 1980
CAPÍTULO PRIMERO
Decíanque era el último caballero andante pero, naturalmente, no llevaba refulgente armadura, ni usaba ni escudo, ni manejaba la espada. Sus armas eran la inteligencia, la tenacidad y, por supuesto, el valor sin límites, además de la pistola de láser, que sólo utilizaba en muy contadas excepciones y sólo para defender su vida, cuando la situación lo requería de un modo absolutamente irremediable.
Enlugar de caballo, empleaba una psiconave, lo que le permitía recorrer distancias inconmensurables en cortísimos espacios de tiempo. Lógicamente, tenía un escudero, pero acorde con la época en que vivía, era un robot. La máquina era perfectísima y tenía figura humana, indistinguible de los auténticos humanos, de tal modo que nadie habría dicho que se trataba de un robot, de no saberlo previamente.Pero todo el mundo lo sabía, porque él no hacía un secreto de este asunto.
El nombre del robot era Jiggs. El nombre del humano era Bertin Bord y tenía un sobrenombre: «El Caballero de las Estrellas». En realidad, el nombre de su profesión era mucho más prosaico: investigador jurado, con licencia del gobierno galáctico.
Y no había muchos que pudieran ostentar semejante título.
***
A veces, elcaballero andante se tomaba una especie de vacaciones. Como en aquella ocasión, en que estaba empeñado en una descomunal batalla con un colosal dragón.
Bord usaba un arma especial en aquellas circunstancias: una larga pértiga, de unos seis metros, rematada en punta. La punta, en realidad, era una aguja de inyecciones, conectada con un depósito de cincuenta centíme­tros cúbicos de un potentenarcótico. Bord no quería matar al dragón; sólo quería adormecerlo, para apoderarse entonces de uno de los más preciados trofeos a que podía aspirar todo cazador: el diminuto cuerno que el dragón tenía sobre la mandíbula superior y que parecía hecho de una esmeralda. En realidad, se trataba de materia orgánica, durísima, transparente y de color verde purísimo. Bord no pensaba arrancarlo de raíz; sóloquería cortar diez o doce centímetros, de los quince que tenía el apéndice.
La piel del dragón era durísima, intraspasable para los proyectiles normales. Sólo hubiera podido ser perforada por un antiguo obús de 105 mm. y alta velocidad. La aguja se embotaba una y otra vez en la blindada epidermis del monstruoso ser, semejante en todo a un animal prehistórico terrestre, pero el doble de grande y muchomás ágil que los que habían existido en la Era Secundaria.
Bord trataba de alcanzar la mandíbula inferior, única región sin apenas protección, con una piel casi tan blanda como la suya. El dragón lo sabía y evitaba constantemente los ataques de Bord, mediante bruscos movimientos de su largo cuello o giros imprevistos, en los que empleaba su enorme cola, para rechazar los ataques del ser que, a sulado, parecía un pigmeo.
De repente, el dragón se inmovilizó.
—¿Por qué diablos me atacas? ¿Qué daño te he hecho yo?
Bord se quedó estupefacto.
—Eres un ser inteligente —dijo.
—Me maravilla que no hayas sabido verlo. ¿Por qué crees que estás aún con vida? ¿Piensas que eres enemigo para mí?
—Tienes una figura...
—Ya lo sé. A veinte kilómetros hay un risco que cae a plomo sobre un...