El Casamiento de Laucha

Páginas: 52 (12945 palabras) Publicado: 7 de abril de 2013
Roberto J. Payró

El casamiento de Laucha

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Permitido el uso sin fines comerciales

Roberto J. Payró

El casamiento de Laucha

El nombre de Laucha -apodo y no apellido- le sentaba a las mil maravillas.
Era pequeñito, delgado, receloso, móvil; la boca parecía un hociquillo orlado de poco y
rígido bigote; los ojos negros, como cuentas de azabache,algo saltones, sin blanco casi,
añadían a la semejanza, completada por la cara angostita, la frente fugitiva y estrecha, el
cabello descolorido, arratonado...
Laucha era, por otra parte, su único nombre posible. Laucha le llamaron cuando niño en
la provincia del interior donde nació; Laucha comenzaron a apodarle después, allí donde lo
llevó la suerte de su vida, desde temprano aventurera; porLaucha se le conoció en Buenos
Aires, llegado apenas, sin que a nadie se pudiese atribuir la invención del sobrenombre, y
Laucha le han dicho grandes y pequeños durante un período de treinta y un años, desde que
cumplió los cinco, hasta que murió a los treinta y seis...
De sus mismos labios oí la narración de la aventura culminante de su vida y, en estas
páginas, me he esforzado porreproducirla tal como se la escuché. Desgraciadamente,
Laucha ya no está aquí para corregirme si incurro en error; pero puedo afirmar que no me
aparto de la verdad muchos centímetros.

I
Pues, señor, después de andar unos años por Tucumán, Salta, Jujuy y Santiago,
ganándome la vida perra como Dios me daba a entender, unas veces de bolichero, otras de
mercachifle, de repente de peón, de repente demaestro de escuela, aquí en un pueblo, allí
en una ciudad, allá en una estancia, más allá en un ingenio, siempre pobre, siempre rotoso,
algunos días con hambre, todos los días sin plata, comencé por fin a temar con que puede
ser que me fuera mejor en Buenos Aires, en donde nunca me podría ir peor, porque esas
provincias nunca son buenas para hombres así como yo, sin un peso, ni mucha letramenuda, ni mucha fuerza... ni muchas ganas de trabajar tampoco... Y tanto temé, que al fin

resolví largarme y principié a hacer economías de a centavo -¡yo que nunca había juntado
plata!- hasta que reuní todo lo que necesitaba para el viaje... lo preciso y nada más.
No he de contar los milagros y otras vivezas que tuve que hacer para juntar la platita: ya
se lo imaginarán, y de no, pocoimporta. El caso es que un día me acomodé en el tren ¡claro que en segunda, porque no había boleto de perro!-, llegué hasta Córdoba, subí al
Central Argentino, y en el Rosario me embarqué para Campana en el vapor de la carrera,
porque la cosa salía más barata... Campana era entonces el puerto de salida y de llegada de
los vapores del Paraná, y ahí mismo se tomaba el tren para Buenos Aires.Desembarqué con mi equipaje, que era un poncho grueso de lana, criollo, de los tejidos
a mano, muy lleno de colorinches, y que le había ganado a la taba a un peón catamarqueño
en Tucumán: se lo había hecho la mujer qué sé yo en qué punta de años...
¡Ah!, ya había volado hasta el último cobre en las comidas y copetines del viaje; así es
que me encontré en Campana con que para seguir a Buenos Aires teníaque empeñar o
vender alguna prenda... y a no ser el poncho... Creerán que esto no tiene nada que ver con
mi casamiento; pero esperen un poco... La miseria, como buena vieja brava hace con el
hombre lo que se le antoja... A mí me hizo llegar hasta el casorio; ya verán...

II
Bueno, pues, anduve de tienda en tienda queriendo vender el poncho y sacar boleto con
la platita, pero sin suerteporque no encontraba ningún aficionado.
-Esos ponchos no se usan por acá -me decía uno.
-Ya tengo demasiados ponchos -me decía otro.
-No compro ropa usada -me gritó furioso un tendero gallego que no tenía más que
clavos del tiempo de ñaupa.
Por fin un bolichero me dio por él cuatro nacionales -y digo nacionales porque ya habían
cambiado la moneda argentina (bolivianos o pesos del carnerito),...
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