el collar del curaca

Páginas: 17 (4013 palabras) Publicado: 16 de junio de 2013
El Collar del Curaca
I
La selva, bajo el sol de enero, se llenaba de flores y de aromas. Todo tenía exuberancia de vida. En las hojas de las palmeras abiertas como grandes abanicos, los guacamayos hundían el curvo pico en el moño de las hembras y lanzaban al viento su grito monótono. Los pájaros, con erótico apresuramiento, colgaban sus nidos. Al caer la tarde los jaguares en celo rugíanreclamándose para la nocturna cita. Y a la hora meridiana los caimanes en tropel, alrededor de una hembra, se mordían y mataban. Luego, el más fuerte, el vencedor, sangrando entre las aguas que se estremecían en un escalofrío tornasol, se acercaba a la hembra humilde y juntos, jugueteando, salían a tierra por la escarpada orilla, apretaban sus robustos cuerpos, azotaban el suelo con sus poderosascaudas y se quedaban después quietos, muy quietos, vidriados los ojos, mientras el sol rubio y ardiente secaba, dándole forma de escamas, al limo de que estaban cubiertos.

También a los hombres nos invadía el hálito creador de la naturaleza, y de pronto reíamos con carcajadas, locas o nos entristecíamos sin saber por qué,y teníamos deseos de reñir, de luchar, de matar. Hasta la faz delcuraca Tupán, arrugado como la corteza de una caoba centenaria, tenía frescura de juventud, y sus ojos pequeños y negros como achiras, más pequeños y más negros bajo la sombra de sus pobladas cejas, brillaban con extraña fosforescencia, como la de los ojos de los jaguares cuando miran a la hembra que se acerca a su llamado.

Una tarde, tendidos a la sombra de una lupuna, el curaca Tupán meenseñaba su ciencia, aprendida en el libro de la Naturaleza, más antiguo y más sabio que todos los que se han escrito. Su voz parecía venir desde muy lejos, monótona y cansada como el ruido de una gota de agua intermitente que cae sobre una hoja seca. Ya no me interesaba como antes me interesara, conocer las hierbas que curan las mordeduras de las víboras, como se diseca una cabeza humana hastareducirla al tamaño de una naranja. Nada... mientras él hablaba, yo seguía con los ojos, con el alma, el errátil vuelo de una mariposa de alas azules.

El curare, el veneno que no perdona, se saca de las hojas amarillentas... decía la voz, pero en esto la mariposa pasó casi tocando mi cabeza, y en ímpetu incontenible levanté las manos para aprisionarla. Tupán me miró severamente y yo hiceun esfuerzo para concentrar mi atención.

La flecha que tiene la punta de marona no se envenena, por que la marona, con sus filudos bordes, corta, y al disparar la flecha puede herirse un dedo, y basta una pequeña herida, más pequeña que la picadura de un mosquito...
Desde el tambo llegó fresca y cristalina, como el gorjeo de un pájaro que saludaba el alba, una risa de mujer que hizodesviar la mirada del curaca. Sumac, trayendo los anzuelos, las farpas y la cesta de gusanos, bajó corriendo las escaleras del tambo y desde lejos me gritó: -Vamos a pescar lucunanes.

Consulté los ojos al curaca y él, por toda respuesta, levantó el brazo señalando el sol, todavía muy alto. Pero llegó Sumac. Era la más joven y la más bella de las doce esposas del curaca y, también, lapreferida. A ella nada le negaba.
Sumac, dándome la espalda, hincó una rodilla para acariciar la larga cabellera de Tupán. Al hacerlo, la pampanilla de suave hebra de huimbra, se alzó más arriba de la rodilla, dejándome ver el nacimiento de un muslo, y mi cuerpo se estremeció con una extraña sacudida. Sin embargo muchas veces había visto arrodillarse así a Sumac, había contemplado el arco perfecto que alcurvarse hacía su espalda, la línea firme de sus caderas y el bronce bruñido de sus muslos, sin que, como en ese momento, se angustiase mi corazón ni se empurpurase mi rostro.

-Vayan, pero no olviden la carabina -- dijo el curaca, y su voz estaba empapada de ternura.
Sumac se irguió de un salto, y cogiéndome de la mano se puso de pie.
-Vamos pronto ... ¡Ancánzame!

Partió a...
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