El Corsario Negro

Páginas: 127 (31716 palabras) Publicado: 9 de abril de 2013
CAPÍTULO 1
UN CORSARIO EN LA HORCA
De entre las tinieblas del mar, surgió una voz potente y metálica:
—¡Alto los de la canoa o los echo a pique!
Al oír tan amenazadoras palabras, los dos hombres que tripulaban fatigosamente una barquilla apenas visible,
soltaron los remos y miraron con inquietud el algodonoso seno del mar. Tenían unos cuarenta años, y sus
facciones enérgicas y angulosas aúnparecían más hoscas a causa de sus enmarañadas barbas. Llevaban sobre la
cabeza sombreros amplios agujereados de balas , cuyas alas parecían rotas a dentelladas; sus camisas de
franelas y sus calzones estaban desgarrados, y sus pies desnudos demostraban que habían caminado por lugares
fangosos. Sin embargo, sostenían pesadas pistolas, de aquellas que se usaban en los últim os años del sigloXVI.
Ambos hombres, a quienes cualquiera habría tomado por fugitivos escapados de algún presidio del Golfo de
México, si en aquel tiempo hubieran existido tales establecimientos, al ver la gran sombra sobre ellos
cambiaron entre sí inquietas palabras.
—Carmaux, mira bien —dijo el que parecía más joven—; tú tienes mejor vista que yo.
—Veo un gran barco, a unos tres tiros de pistola. Pero nosabría decir si vienen de las Tortugas o de las colonias
españolas.
—Sean quienes fueren, nos han visto, Wan Stiller, y no nos dejarán escapar.
La misma voz de antes volvió a resonar en las tinieblas que cubrían las aguas del gran Golfo:
—¿Quién vive?
—El diablo —murmuró el llamado Wan Stiller.
Su compañero —en cambio, gritó, con toda la fuerza de sus pulmones:
—¡Si tiene tanta curiosidad,acérquese hasta nosotros y se lo diremos a pistoletazos!
La fanfarronada no pareció incomodar a la voz que interrogaba desde la cubierta del barco:
—¡Avancen, valientes —respondió—, y vengan a abrazar a los hermanos de la costa!
Los hombres de la canoa lanzaron un grito de alegría.
—Que me trague el mar si no es una voz conocida —dijo Carmaux, y añadió—: Sólo un hombre, entre todos los
valientes delas Tortugas, puede atreverse a venir hasta aquí, a ponerse a tiro de los cañones de los fuertes
españoles: el Corsario Negro.
—¡Truenos de Hamburgo! ¡El mismo!
—¡Y qué triste noticia para ese marino audaz! Otro de sus hermanos colgado en la infame horca.
—¡Se vengará, Carmaux!
—¡Lo creo, y nosotros estaremos a su lado el día qu e ahorque a ese condenado gobernador de Maracaibo!
Elmagnífico barco del Corsario se había puesto al pairo para esperar la canoa. Pero sobre su proa, a la luz de
un farol, se veían diez o doce hombres armados de fusiles.
—¿Quiénes sois? —preguntó un hombre a los recién llegados, arrojando sobre ellos la luz de una lámpara.
—¡Por Belcebú, mi patrón! —exclamó Carmaux—. ¿Ya no conoce a los amigos?
—¡Que me trague un tiburón si no es éste el vizcaínoCarmaux! —gritó el hombre de la lámpara—. Y ese otro ¿no
es el hamburgués Wan Stiller? ¡Los creíamos muertos!
—La muerte no nos quiso.
—¿Y el jefe?
—¡Bandada de cuervos! ¿Han concluido de graznar? —gritó la voz metálica que amenazara a los hombres de la
canoa.
—¡El Corsario Negro! —barbotó Wan Stiller.
—¡Aquí estamos, comandante! —respondió Carmaux.
Un hombre descendió desde el puente de mando.Vestía completamente de negro, con una elegancia poco
frecuente entre los filibusteros del Golfo de México. Llevaba una rica casaca de seda negra con encajes oscuros
y vueltas de piel, calzones en el mismo tono negro e idéntica tela; calzaba botas largas y cubría su cabeza con
un chambergo de fieltro, sobre el cual había una gran pluma que le caía hacia la espalda.
Tal como en su vestimenta, enel aspecto del hombre había algo fúnebre. Su rostro era pálido, marmóreo. Sus
cabellos tenían una extraña negrura y llevaba barba cortada en horquilla, como la de los nazarenos. Sus
facciones eran hermosas y de gran regularidad; sus ojos, de perfecto diseño y negros como carbunclos, se
animaban de una luz que muchas veces había asustado a los más intrépidos filibusteros de todo el Golfo....
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