EL CRISTIANISMO

Páginas: 7 (1739 palabras) Publicado: 9 de noviembre de 2015
EL CRISTIANISMO, UNA NUEVA MORAL SEXUAL: Cuando en Roma empezaron a circular rumores sobre la existencia de una secta que predicaba unos postulados morales incomprensibles para la sociedad romana, los agentes policiales no dudaron en acusar de enemigos del género humano a los hombres y a las mujeres adscritos a la nueva religión.
Así consta en los Annales de Tácito. Los romanos eran muy dados aconsiderar enemigos del género humano a las personas que no estuvieran dispuestas a acatar las leyes y las costumbres del Imperio. La nueva religión, que incorporaba a su fondo doctrinal buena parte de las creencias de un pueblo sojuzgado, atacaba los fundamentos de la sociedad romana.
Los primeros cristianos, como todo grupo o fermento que posee una verdad fuerte e incontrovertible, tuvieron quecerrar filas, aglutinarse y disponerse a morir por dar testimonio de su fe. Las condiciones de la clandestinidad y la dureza de la lucha exigían una vida austera, ascética, orientada siempre hacia la muerte —que para ellos era la vida—, libre de cargas y de ligaduras terrenales.
San Pablo, el dinámico y eficiente organizador de la nueva comunidad, promotor de nuevas iglesias, sentó las bases delnuevo comportamiento sexual. Aconsejaba a sus fieles que siguieran su ejemplo de soltería, pero que, si alguien no se sentía con fuerzas para dominar los impulsos de la carne, debería tomar estado, “puesto que mejor es casarse que abrasarse”. El menosprecio de la relación sexual empezó a apuntarse.
Por un lado, se elevó la condición de la mujer y se le dio garantías que la protegieron del repudio,pero se la encadenó en la vida familiar a la total autoridad del marido. El ascetismo de los primeros tiempos de ilegalidad del cristianismo fue una necesidad. Los cristianos no sólo tenían que defenderse de los enemigos exteriores, del poder imperial que había especializado su aparato represivo contra ellos, sino del enemigo interno, de las propias pasiones, del pecado que se agita en la carne yaparta al alma de la comunidad con Dios. El pecado de la concupiscencia era el más temido, el más peligroso.
Se inició una etapa de exaltación de la castidad y de la virginidad. En un periodo de lucha dura y de resistencia feroz pudo cuajar la necesidad de mortificar la carne. Incluso dentro del matrimonio —el reducto de los débiles— se aconseja la máxima continencia. “No hay que provocar esosactos”, diría andando el tiempo san Agustín. Pero la tentación estaba cerca. Los hombres habían tomado la iniciativa de la lucha y —fieles a su tiempo y a la herencia recibida de las civilizaciones hebreas, griegas y romanas, con todas las reminiscencias de épocas anteriores— habían relegado a la mujer a un papel secundario.
La nueva ascética era amenazada por la presencia de las mujeres; su cercaníaera un estímulo para la llamada de la carne. Era necesario, pues, atacar a la mujer; había sido elevada al rango de compañera y no de sierva, pero escondía en sí el germen de la perdición.
Los ascetas y los primeros padres de la Iglesia se plantearon abiertamente la necesidad de difundir una serie de obras para prevenir de los males y asechanzas que esconden las mujeres; las potencias malignas seadueñaban fácilmente de ellas y se manifestaban por su cuerpo. La literatura de aquella época —un compendio de obras apologéticas, escritas con la fogosidad de la urgencia, en el tono polémico que da la lucha cotidiana- nos ha legado un vasto arsenal de teorías antifeministas y contrarias, consiguientemente, a la práctica del acto sexual.
Clemente de Alejandría, un hombre cultísimo, llegó a decirque “toda mujer debería enrojecer de vergüenza sólo de pensar que es mujer”. A la simple vista de una mujer se apoderaba de Tertuliano una indignación que juzgaba santa. “Mujer —dice en su Tratado del ornamento de las mujeres—, deberías ir vestida siempre de luto y andrajos, presentándote como una penitente anegada en lágrimas, para redimir así tu pecado de haber perdido al género humano.
Tú...
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