El decamerón Jornada 8 Cuento 2

Páginas: 8 (1964 palabras) Publicado: 11 de noviembre de 2013
NOVELA SEGUNDA
El cura de Varlungo se acuesta con doña Belcolor, le deja en prenda un tabardo, y pidiéndole un mortero, se lo devuelve y le manda a pedir el tabardo dejado en prenda; se lo devuelve la buena mujer con unas palabras de doble sentido.


Alababan por igual los hombres y las señoras lo que Gulfardo hecho había a la ansiosa milanesa, cuando la reina, a Pánfilo volviéndose,sonriendo le ordenó que siguiese; por la cual cosa Pánfilo comenzó: Hermosas señoras, se me ocurre contar una historieta contra aquellos que continuamente nos ofenden sin poder por nosotros ser ofendidos de la misma manera; es decir, contra los curas, los cuales contra nuestras mujeres han predicado una cruzada, y les parece no de otra manera haber ganado la indulgencia plenaria cuando a una puedenhumillar bajo ellos que si de Alejandría hubieran traído a Aviñón al sultán maniatado. Lo que los desdichados seglares no les pueden hacer a ellos, aunque en sus madres, sus hermanas, sus amigas y sus hijas (con no menos ardor que ellos asaltan a sus mujeres) venguen sus iras. Y por ello entiendo contaros un amartelamiento campesino, más propio de risa por la conclusión que largo en palabras, del cualtambién podréis recoger como fruto que a los curas no hay que creerles siempre en todo. Digo, pues, que en Varlungo, pueblo asaz cercano de aquí, como todas vosotras o sabe o puede haber oído, hubo un valeroso sacerdote (y gallardo en su persona) al servicio de las damas que, aunque leer no supiese mucho, sin embargo, con mucho bueno y santo palabreo, los domingos al pie del olmo recreaba a susparroquianos; y mejor visitaba a sus mujeres (cuando ellos se iban a alguna parte) que ningún otro cura que hubiera habido allí, llevándoles cosas de la fiesta y agua bendita y a veces algún cabo de vela a su casa, dándoles su bendición. Ahora sucedió que, entre las demás parroquianas suyas que primero le habían gustado, una sobre todas le gustó que tenía por nombre doña Belcolor , mujer de unlabrador que se llamaba Bentivegna del Mazzo, la cual en verdad era una agradable y fresca rusticaza, morenota y maciza y más apropiada para poder moler que ninguna otra; y además de ello era la que mejor sabía tocar el címbalo y cantar El agua va por el barranco y conducir el corro y el saltarelo, cuando se terciaba, de todas las vecinas que tuviese, con un bueno y elegante moquero en la mano. Por lascuales cosas, el señor cura se encaprichó por ella tanto que andaba delirante y todo el día andaba correteando para poder verla; y cuando el domingo por la mañana la sentía en la iglesia, decía un kyrie y un Sanctus esforzándose bien en mostrarse un gran maestro de canto, que parecía un asno que rebuznase mientras que, cuando no la veía allí, salía del lance con bastante facilidad; pero lo sabíahacer tan bien que Bentivegna del Mazzo no se apercibía, ni aún ninguna vecina que ella tuviese. Y para poder gozar más del trato de doña Belcolor, de cuando en cuando le mandaba obsequios, y una vez le mandaba un manojillo de ajos frescos, que tenía los más hermosos del barrio en un huerto suyo que labraba con sus manos, y otra vez una canastilla de habas, y ahora un manojillo de cebollas de mayoo de escalonias; y cuando le parecía oportuno mirándola con rostro adusto, con blandura la reprendía, y ella un tanto salvaje, fingiendo no darse cuenta, se iba a otra parte desdeñosamente; por lo que el señor cura no podía venir al asunto. Ahora, sucedió un día que, andando el cura en pleno mediodía de un lado a otro por el barrio, sin ir a ningún sitio, se encontró con Bentivegna del Mazzo conun burro muy cargado, y dirigiéndole la palabra, le preguntó dónde iba. A quien Bentivegna repuso:
-A fe mía, sire , que en verdad voy hasta la ciudad para un trasunto mío, y le llevo estas cosas a sir Bonacotti de Cinestreto, que mi ayuda para no sé qué me ha mandado a pedir para una comparación del parentorio, por su pericolator el juez del dificio.
El cura, contento, dijo:
-Haces bien,...
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