El diablo desinteresado

Páginas: 37 (9205 palabras) Publicado: 12 de mayo de 2014
El diablo desinteresado
Amado Nervo

- I -
Cipriano de Urquijo, muchacho hispanoamericano, llegó a París hace pocos años, con el propósito de ser el pintor 10.801° de los que albergaba la Ciudad-Luz, donde, según las estadísticas, había la sazón diez mil ochocientos (número cerrado).
Buscó en el barrio de Montparnasse uno de esos modestos «estudios», a los que da acceso un patinillo contoldo rústico de trepadoras.
El estudio estaba dividido en dos compartimientos por una cortina de cretona. Detrás de la cortina, sobre una especie de andamio, al que se subía por una escalerilla de madera, se hallaba el dormitorio, compuesto de un catre-jaula, un lavabo comprado por cinco francos en el bazar de la Gaîté, y una mesa de noche, de pino, sin pintar; sobre la cual se posabamajestuosamente la lámpara.
En la parte anterior de la habitación estaba el estudio propiamente dicho, ¿Describirlo? ¡Para qué!, o a quoi bon!, si le place más al lector, quien, sin duda, habrá conocido diez mil ochocientos estudios de este género, o si la cifra le parece exagerada, cinco mil cuatrocientos, dos mil setecientos, mil trescientos cincuenta...
Baste decir que había un biombo, fabricado y pintadopor Cipriano; algunos lienzos del joven artista; estampas viejas, persas, japonesas; tres o cuatro chucherías sobre mesitas y repisas; un viejo diván con su corte de sillas, adquiridas en diversas subastas, con lo cual dicho está que cada una acusaba una «fisonomía propia», etc., etc., etc.
Por lo demás, yo no sé con qué objeto estoy describiendo el estudio de Cipriano de Urquijo, puesto que enel instante en el lector va a trabar conocimiento con el artista, éste ha salido...
Sí, ha salido; por lo que no le haremos una visita en la rue Campagne-Prémiére, donde vive, sino que le encontraremos en el BulevarMalesherbes, tan distante de aquélla.
Es una tarde otoñal y nubilosa; una de esas tardes envueltas en cendales tenues, que tanto enmisterian (perdón por el verbo) y envaguecen lasdeliciosas perspectivas de París.
Cipriano de Urquijo pasea por el ancho bulevar silencioso.
Vamos a decirlo de una vez: Cipriano de Urquijo está enamorado, está bestialmente enamorado (lo de bestial es sólo ponderar).
El pintor hispanoamericano ha visto a una muchacha alta («ocho cabezas», por lo menos), rubia, de una distinción estupenda, que iba con su mamá por la Avenida de la Ópera; hasufrido el coup de foudre, el flechazo... La ha seguido, naturalmente, y ha llegado tras ella al ya dicho Bulevar Malesherbes, en uno de los cuyos portales se han metido las dos.
Cipriano de Urquijo, con una audacia poco vulgar (no quiero decir poco común, por el coco), se ha aventurado a preguntar a la portera, poniendo previamente en su diestra (creo que fue en su diestra) un franco:
-¿Quién es esaseñorita que acaba de subir con su mamá?
La portera, después de ver con rápida mirada el franco, le ha respondido:
-Es la señorita Laura (¡Laura, como la del Petrarca!), hija del señor Constantin, monsieur Víctor Anatole Constantin, economista y miembro del Instituto.
¡Demonio! ¡Economista y miembro del Instituto!
Lo de economista querrá decir que el señor Constantin es un hombre práctico.Cipriano de Urquijo ha sentido siempre un respeto mezclado de aversión por los economistas, sobre todo desde que una vez en su ciudad natal (ciudad provinciana) un señor gordo, de lentes, personaje principalísimo, director de la sucursal de un gran Banco metropolitano, le dijo en una fiesta, mirándole de arriba abajo con el mayor desdén:
-Jovencito, usted no es más que un soñador. Hay que serhombre práctico. Hay que pisar bien la tierra (y «piafaba» al decir esto, con sus grandes pies calzados de botas americanas de triple suela). ¡Déjese de pintar monos y lea a Leroy-Beaulieu!
¡Miembro del Instituto!... ¡Jesús! ¡Esto era más imponente aún que lo de economista!
El señor Constantin, sabio oficial, debía desdeñar inmensamente a los pintores de la rue Campagne Première.
Cipriano pensaba...
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