El Escritor Nómade: Consideraciones Sobre El Último Lector, De Ricardo Piglia

Ricardo Piglia, El último lector, Buenos Aires, editorial Anagrama, 2010, 190 páginas.



EL ESCRITOR NÓMADE: consideraciones sobre El último lector, de Ricardo Piglia



“Permaneceré en los límites de una lectura particular, la lectura del individuo que soy, que creo ser”

Roland BarthesEscribir la lectura


“Dejan caer el libro, porque ya saben
Que son las personas del libro”

Jorge Luis Borges
Infierno V, 129


Lectores heroicos
Algunas digresiones preliminares

En lapelícula, El marido de la peluquera (Le mari de la coiffeur, Patrice Leconte, 1990) Antoine, el personaje de Jean Rochefort, hace un interesante relato al inicio del film: “Mi mente está repleta de recuerdos. Todo comenzó en la playa de Luc-sur-Mer. Mi mamá nos había hecho trajes de baño de lana para mi hermano y para mí. Tenían pompones rojos, como cerezas. No solo eran absurdos esos ornamentos frutales,sino que los trajes de baño nunca se secaban. Estábamos siempre en el mar, por lo que la lana se mantenía húmeda todo el día, y la arena se atascaba en nuestros culos, lo que dejaba mis bolas extremadamente húmedas. Después de una semana, tenía que caminar con mis piernas separadas para evitar gritar de dolor. Estoy enojado con mi madre por habernos hecho usar esos trajes por cuatro añosseguidos. Pero estoy feliz a la vez porque sin intención llevó toda mi atención a mis genitales. Ese verano, me di cuenta que debía cuidar muy bien de mis bolas”.

La mirada del adulto jerarquiza, normatiza, orienta. Funciona como una suerte de operador psíquico que desplaza la atención hacia uno u otro lado. La lana húmeda paspando las entrepiernas de Antoine lo mantiene hostigado, le impidetorcer la atención hacia otro lado que no sean sus genitales, y finalmente descubre sus genitales. El poder, o sea la madre, está ahí, disimulado en una relación de presencia-ausencia. Solo estando indiscerniblemente ausente, esa mirada vigilante puede ser eficaz. Pero Antoine, provoca una fractura en la eficacia de ese poder omnipresente cuando descubre sus genitales.

Como contracara,parecería que las prácticas de lectura –y podríamos conjeturar que también las prácticas de iniciación de la lectura- de los lectores heroicos de los que se ocupa el libro El último lector, de Ricardo Piglia, a menudo han estado vinculadas a un acto de defensa contra las demandas del mundo real, y a la consecuente búsqueda de una experiencia solitaria. Ese incesante repiqueteo del mundo que no cesa, “lavida que continúa” dice Piglia, para poner el acento en la “escisión” que rodea a todo el que lee, o la mirada vigilante del otro, funciona en el lector como la lana húmeda en Antoine. Sabemos que de niño Ernesto Guevara se encerraba en el baño para poder leer más tranquilo, sabemos que Marcel Proust profesaba la clausura voluntaria en una u otra buhardilla de sus varias moradas francesas.Grandes lectores que fracturan, abren una hendidura en la materialidad del mundo y van al encuentro, descubren la lectura, cuando desaparece, confusamente, el otro.

Piglia no desarrolla la idea del origen de la lectura, no se ocupa de los modos de esas prácticas de iniciación –a excepción de la breve postulación que hace sobre Guevara-. Pero toda esta tensión entre la mirada del otro cultural oel otro más íntimo, familiar, el que dialoga de cerca con el sujeto que lee, está puesta en relación. De principio a fin del libro, los grandes lectores propuestos por Piglia son héroes de la lectura asediados por el mundo, por el otro. Y en esa reciprocidad cargada de tirantez, la idea que atraviesa la lectura será para los lectores una cuestión de luz y de microscopía. Un arte de la...