El herrero de calcena
-Sólopagándome con anticipación cambiaré las herraduras. -le dijo a San José.
-Es el caso (repuso éste), que hemos salido precipitadamente de Belén, y nos hemos olvidado los denarios para el camino.
-Gratis,no me incomodo por nadie, replicó el panzudo egoísta.
-¿Y si consiguiera de Dios, que todo lo puede, os concediese una gracia en pago de vuestro trabajo?
-Una, no; cuatro; a gracia por herradura.-¿Cuáles queréis?
-Que si alguno sube a esa higuera (y señaló el herrero la que había junto a la puerta), no baje hasta que yo se lo mande; que quien se siente en el banco de la herrería, se pegue a élcuanto tiempo me acomode; que el que beba vino de esta bota, no pueda variar de posición sin mi permiso, y si hubiera un atrevido que meta la mano en el agujero que se halla al lado del yunque, no lasaque mientras yo no lo disponga.
-Corriente, y a herrar. -añadió el Santo Patriarca.
Al ponerse el sol por detrás del excelso Moncayo, que parecía una inmensa pirámide de lapislázuli y plata, seveía en su cima a la Sagrada Familia, cuyas divinas figuras se dibujaban sobre el cielo teñido de púrpura y oro. Aún no correspondía el magnífico pedestal al grupo que sustentaba.
Tan malo era el...
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