El Hombre De Labio Retorcido

Páginas: 39 (9535 palabras) Publicado: 25 de octubre de 2012
El hombre del labio retorcido
Isa Whitney, hermano del difunto Elías Whitney, D. D., director
del Colegio de Teología de San Jorge, era adicto perdido al opio. Según
tengo entendido, adquirió el hábito a causa de una típica extravagancia
de estudiante: habiendo leído en la universidad la descripción que hacía
De Quincey de sus ensueños y sensaciones, había empapado su tabaco
en láudano conla intención de experimentar los mismos efectos. Descubrió,
como han hecho tantos otros, que resulta más fácil adquirir el
hábito que librarse de él, y durante muchos años vivió esclavo de la
droga, inspirando una mezcla de horror y compasión a sus amigos y
familiares. Todavía me parece que lo estoy viendo, con la cara amarillenta
y fofa, los párpados caídos y las pupilas reducidas a unpuntito,
encogido en una butaca y convertido en la ruina y los despojos de un
buen hombre.
Una noche de junio de 1889 sonó el timbre de mi puerta, aproximadamente
a la hora en que uno da el primer bostezo y echa una mirada
al reloj. Me incorporé en mi asiento, y mi esposa dejó su labor sobre
el regazo y puso una ligera expresión de desencanto.
-¡Un paciente! -dijo-. Vas a tener que salir.
Soltéun gemido, porque acababa de regresar a casa después de un
día muy fatigoso.
Oímos la puerta. que se abría, unas pocas frases presurosas, y después
unos pasos rápidos sobre el linóleo. Se abrió de par en par la
puerta de nuestro cuarto, y una dama vestida de oscuro y con velo
negro entró en la habitación.
-Perdonen ustedes que venga tan tarde -empezó a decir; y entonces,
perdiendo derepente el dominio de sí misma, se abalanzó corriendo
sobre mi esposa, le echó los brazos al cuello y rompió a llorar sobre
su hombro-. ¡Ay, tengo un problema tan grande! - El hombre del labio
retorcido sollozó-. ¡Necesito tanto que alguien me ayude!
-¡Pero si es Kate Whitney! -dijo mi esposa, alzándole el velo-,
¡Qué susto me has dado, Kate! Cuando entraste no tenía ni idea de
quién eras.
A R TH U R C O N A N D O Y L E
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-No sabía que hacer, así que me vine derecha a verte.
Siempre pasaba lo mismo. La gente que tenía dificultades acudía a
mi mujer como los pájaros a la luz de un faro.
-Has sido muy amable viniendo. Ahora, tómate un poco de vino
con agua, siéntate cómodamente y cuéntanoslo toco. ¿O prefieres que
mande a James a la cama?
-Oh, no, no. Necesito también el consejo yla ayuda del doctor. Se
trata de Isa. No ha venido a casa en dos días. ¡Estoy tan preocupada
por él!
No era la primera vez que nos hablaba del problema de su marido,
a mí como doctor, a mi esposa como vieja amiga y compañera del
colegio. La consolamos y reconfortamos lo mejor que pudimos. ¿Sabía
dónde podía estar su marido? ¿Era posible que pudiéramos hacerle
volver con ella?
Por lovisto, sí que era posible. Sabía muy buena fuente que últimamente,
cuando le daba el ataque, solía acudir a un fumadero de opio
situado en el extremo oriental de la City. Hasta entonces, sus orgías no
habían pasado de un día, y siempre había vuelto a casa, quebrantado y
tembloroso, al caer la noche. Pero esta vez el maleficio llevaba durándole
cuarenta y ocho horas, y sin duda allí seguía tumbado,entre la
escoria dé los muelles, aspirando el veneno o durmiendo bajo sus
efectos. Su mujer estaba segura de que se le podía encontrar “E1 Lingote
de Oro”; en Upper Swandam Lane. Pero ¿qué podía hacer ella?
¿Cómo iba ella, una mujer joven y tímida, a meterse en semejante sitio y
sacar a su marido entre los rufianes que le rodeaban?
Así estaban las cosas y, desde luego, no había más que unmodo
de resolverlas. ¿No podía yo acompañarla hasta allí? Pero, pensándolo
bien, ¿para qué había de venir ella? Yo era el consejero médico de Isa
Whitney y, como tal, tenía cierta influencia sobre él. Podía apañármelas
mejor si iba solo. Le di mi palabra de que antes de dos horas se lo enviaría
a casa en un coche si de verdad se encontraba en la dirección que
me había dado. Y así, al cabo...
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