El Mundo Que Hemos Perdido

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tían para facilitarlo habría sido ridiculizadano sólo por los críticos tradicionales del capitalismo, sino también por muchos de sus defensores más firmes. En las déca_ das de la posguerra predominaba una relativa indiferencia a la riqueza por sí misma. En un estudio de los escolares ingleses realizado en 194g se descubrió que cuanto más inteligente era un muchacho, más probableera que eligiese una carrera interesante con un sueldo razonable en vez de un trabajo que sólo estuviese bien retribuidor'. Los escolares y estudiantes de hoy apenas pueden imaginar algo más que la búsqueda de un em_ pleo lucrativo. ¿Cómo podemos enmendar el haber educado a una generación obsesionada con la búsqueda de riqueza e indiferente a tantas otras cosas? euizá podríamos empezarrecordándonos a nosotros mismos y a nuestros hfjos que no siempre fue así. Pensar economísticamente, como llevamos haciendo treinta años, no es algo intrínseco a los seres humanos. Hubo un tiempo en que organizábamos nuestras vidas de otra forma.

Z.F-r MUNDo euE HEMos pERDrDo

Todos nosotros ya sabemos que desde esta guerra no ha1 uueltct atrás a un orden social delaissezfaire, que la guena como talha,llna,do a cabo una silenciosa, reaolución

preparando el camino

a,

un nueao tipo de orden planificado. KeRr IWcNNunru, 1943

Et pur.ao no fue ni tan bueno ni tan malo como imaginamos: sólo fue diferente. Si nos contamos historias nostálgicas, nunca abordaremos los problemas que afrontamos en el presente, y lo mismo es cierto si preferimos creer que nuestro mundo es mejor en todos lossentidos. Es cierto que el pasado es otro país: no podemos volver a é1. Sin embargo, hay algo peor que idealizar el pasado presentárnoslo a y a nuestros -o una cámara de nosotros mismosolvidarlo. hljos como los h6¡¡s¡s5-:
Entre las dos guerras mundiales, los estadounidenses, los europeos y gran parte del resto del mundo afrontaron una serie de desastres sin precedentes que eran obra del hombre. La IGuerra Mundial, la
peor y más intensamente destructiva registrada en la historia, fue seguida de epidemias, revoluciones, el fracaso y la quiebra de Estados, el desplome de monedas y el desempleo a una escala nunca vista por los economistas tradicionales, cuyas políticas seguían de moda.
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P. 48.

T.H. Marslrall,

CiLizcnshi.p

and,\oti,al CTanq Londres, pluto press,

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l.lr.:.:Lt'luo et li rr¡t\r()s l)ltRr)ril)

A su vez, estori acontecimientos precipitaron la caída de la rnay.ría cle ias democracias áel mundo en crictaduras autocráticas o en Estacros de partidos totalitarios cle clistinta í'clole que lrevar'n al giobo a'na II Guerra Mrrndial incluso más rlestnrctiva qrre la pr irnera. En Eu_ r()pa, Oriente l,tredio y el este y surestede z\sia, hubo entre 1931 y 194b ocupzlciones, destrucción, limpieza étnica, tortura, guerras de exterminio y genocidios de_ liberados de una magnitud que habría siclo inimasina_ ble incluso treinta años antes. Todavía en 7g4Z parecía- razonable temer por la li_ bertad' Fuera de ios países aneloparrantes der Átlántico Norte y de Australasia, la democracia no pisaba terreno firme. Las úrnicasdemocracias que quedaban en el continente europeo eran ios pequeños Estados neutrales de Suecia y Suiza, cuya existencia dependía de la buena voluntad alernana. Estados Uniclos acababa de entrar en la suerra. Todo io que hoy darnos por sentado no sóio estaba en peliuro, sino seriamente cuestionado in_ cluso por slls def'ensores. ¿Acaso no parccía que el futuro era rle las clicta_ drlr-as? Inclus,:rdesp,és de q,e ros aliacros triunlaralr en 1945, es[as prr-'(.lcupaciones no se olviciaron: la Depresión y el fiscismo permanecieron en la.s rrientes cle todos. Ei urgente problemil no era círrno cclehrar una magnífica victoria y volver cada uno a sus asuntos, sirro córno asegr-lrarse cle que la experiencia dei pe_ rir¡clo 1914-1945 no se repitiera nunca más. Maynárcl I(cyrrcs fire quien más...