el ocio

Todo empezó con el ocio. No con el tiempo libre sino con el ocio, que es todo lo contrario; en pocas palabras: emplear el tiempo libre en trabajar para otros. Esos cruceros por el Mediterráneo, esasexcursiones –cantimplora en cadera y navaja suiza multiusos-, a los parques temáticos, las comidas de verano –café y caña incluidos en el menú de paella-, porque bares y chiringuitos también tienenque vivir, las colas de los domingos en los museos –a mitad de precio y globos con las Meninas para los menores de 6 años-, hay que sostener la memoria del arte nacional, y las escapadas a la sierra conequipo completo –botas de ochomilista, forro polar idem-, porque el deporte nos hará longevos pero hay que practicarlo con total seguridad, aquí nada bromas ni riesgos, y el cine, que la cultura escasi tan importante como el deporte aunque nadie sabe exactamente qué es esa cosa llamada cultura, y no te olvides de los conciertos, la música en vivo te da el subidón que te mantiene a cien toda lasemana, y compra muchos libros, hazte con una buena biblioteca, el mercado del libro te lo agradecerá, qué va a ser si no de los pobres escritores.

Así, una vez el ocio y el trabajo se hicieronequivalentes -no sólo en cuanto a desgaste y fatiga sino en cuanto a cifra-, y habiéndolo ocupado todo, como esas realidades que, paralelas, sólo son creíbles en la ciencia ficción vino a gestarse otrotrabajo, lógico e igualmente bien remunerado: destruir empleo. Porque destruir empleo también es un empleo. Genera millones de euros de beneficio. El empleo no se destruye gratis, alguien cobra porhacerlo. A alguien pagamos por ello. Si ya pagábamos por usar un tiempo libre que era nuestro, ¿por qué no pagar ahora para que nos hagan realmente libres: no trabajar más? La lógica se cierra sobre símisma, no es borrosa, sino cristalina, la cuadratura de un círculo de diámetro terrestre. La industria de generar desempleos, al mismo nivel de facturación que la farmacéutica y la armamentística, y...