El Premio Nobel

CAPITULO l
Estaba desesperada por tener la vida, mente y corazón de aquel hombre en sus manos, pensó hasta punzarle las sienes. Se imagino todo tipo de escenarios, todo tipo de enganchamientos, condenas y hasta seducciones fatales que podrían hacer gemir cual cachorrito con hambre y sin dueño a su víctima. Ella respetaba su relación pero no le importaría darle vuelo asus encantos con tal de cumplirle a su difunta hermana.
Después del desayuno en familia, Rosalía recogió los platos como de costumbre y se dirigió a su habitación decorada con un sin fin de flores de colores, terciopelo en las alfombras y uno que otro colibrí volando en el papel tapiz. Tomo de los más remotos y abandonados cajones un vestido entallado rojo tinto, con hermosos encajes, escotepronunciadamente decente y una que otra lentejuela rondando de la cintura al tronco remarcando de manera exuberante su ya muy olvidada silueta. Era lo más provocativo que se encontraba en su closet y pensó – Es el arma perfecta, no se podrá resistir – escapándosele una risilla malévola típica de las villanas de las telenovelas dramáticas. Como flash de fotografía le llego a su mente la imagen siempreamada de Raúl, su esposo, se puso de pie y dirigió su mirada por una ranura de la puerta que daba hacia la terraza donde se encontraba el, leyendo un periódico, con una taza en la mesa que dejaba escapar apenas un visible humo y dedos en la barbilla como lo hacia todos los domingos por la mañana cuando no salía a prisas a su trabajo. Observo a su enamorado, su cómplice, su pareja condetenimiento como no lo había hecho en mucho tiempo, y pensó – ¿de verdad él se merece esto? Se le hizo un nudo en la garganta, tenía la mirada perdida y miles de pensamientos disparatados dándole vueltas en la cabeza. Permaneció así unos instantes, cuando de repente dio un portazo dirigiéndose a su espejo con un paso seguro y firme, mirada ardiente y furiosa, y con voz engrosada se dijo –La muerte de mihermana debe ser vengada, y de eso me encargo yo-. Pareciera que nunca le haya importado Raúl.
CAPITULO ll
Al día siguiente muy temprano cuando sus hijos y esposo estaban en sus respectivos planteles, salió a caminar por las viejas y húmedas calles de su ciudad, aun había personas abriendo sus negocios, una cuadra olía a pan y otra a aceite de taller mecánico. Trato de poner sumente en blanco para poder pararse frente a su cuñado sin tener rotundas ganas de asesinarlo con el broche que llevaba en el cabello. Estaba a unas calles de su edificio e hizo un último esfuerzo por controlar su temblorosa quijada y las necias gotas de sudor que desprendía de las manos, de no ser así, se regresaría con mayor prisa que como con la que llego. Por fin una fuerza interna logrocontrolarla y solo esperaba que alguna lágrima no la traicionara e intentara querer salir a relucir su húmeda redondez llena de dolor por sus mejillas tibias.
-¿Quién es? Se escucho desde dentro del apartamento.
Se quedo en silencio. Sabía que con la última pelea el seguramente no querría abrirle la puerta.
-Martin soy yo Rosalía- murmuro con una voz llena de autocontrol y una pesadumbre como sicargara un costal de cemento en los hombros. Ser hipócrita para conseguir un “bien” para ella era cosa difícil.
-No tienes nada que buscar aquí- contesto.
-No vengo buscando nada, solo quiero pedirte una sincera disculpa.
-No es necesario.
-Por favor…
Pasaron para ella unos largos segundos y al abrir la puerta apenas pudo mostrar una falsa e ingenua sonrisilla entre dientes y a la fuerza. Semiraron a los ojos con mucho odio y resentimiento más de parte de ella que de él. Observo todo el desorden que había a su alrededor. Cientos de papeles con escritos a medias hechos bola amontonados en un bote basura a lado del escritorio alumbrado con una lámpara de mesa, copas de vino y botellas vacías en la barra, cajas de comida rápida por doquier, todo en alguna parte y nada en su lugar. Apenas...