El Tiempo Del Dolor

Páginas: 16 (3974 palabras) Publicado: 2 de diciembre de 2012
EL TIEMPO DEL DOLOR
Autor: Dante Castro Arrasco (Peruano)
Hoy por fin lo conocí cuando le dimos su barrida al caserío de Santiago en la madrugada.  A la luz de las antorchas lo vi a Marcial y era tal como me contaba el Ciriaco Reynoso: alto, no muy blanco, de pelo largo como el arcángel que pisa la cabeza del dragón en los cuadros de las iglesias.  Algo más vería de él, cosas que trato deolvidar pero que tenía razón en hacerlas,
cosas por las que no tengo el derecho de juzgarlo y ya las quiero borrar de mis recuerdos.  Al fin y al cabo, todos matamos esa noche y desde entonces supimos que ya nada sería igual que antes, porque el tiempo del dolor había empezado.
    Por boca de un compañero que vivía en Santiago, nos enteramos de la clave de los cabezas negras:  tres toques desilbato se responden con dos y ya se puede pasar por el abra de la cordillera sin ser atacados por los ronderos de Defensa Civil.  Otro pelotón de compañeros se vistió de árboles, con ramas por todos lados, para poder deslizarse en la oscuridad y un tercer
pelotón se disfrazó con pieles de llama para confundirse entre los rebaños de los santiaguinos.  "A estos jarjachas les damos con todo ahora",dijo Marcial, y era que Santiago se había pasado al lado del enemigo robando los animales del resto de comunidades y quemando las cosechas de los caseríos que no constituyen Defensa Civil.  Por eso íbamos bien emponchados, ocultando las armas para agarrarlos por sorpresa.  Dimos tres pitadas fuertes y nos respondieron con dos.  Esperamos un rato no muy largo y dimos dos pitadas que nos devolvieroncon tres.  Entonces un rondero apareció en el camino con su lanza y agitando el sombrero en alto.  "Atracó el muy cojudo", dijo el Ciriaco Reynoso, abriendo ladino los brazos para recibirlo.  Mas apenas lo tuvo cerca, le metió el cuchillo hasta el otro lado de las entrañas y feo sonó el suspiro del sorprendido.
   Inmediatamente Eriberto Quispe se puso el poncho del difunto y caminamos con elresto de compañeros hacia Santiago.  Los nuestros gritaban como fieras lanzándose al ataque y los santiaguinos sorprendidos en pleno sueño tardaron un rato todavía en responder a las sombras que los amenazaban.  Salieron a chocar fierros con nuestra gente como los ciegos cuando se pierden, pero a pesar de la desventaja sus hombres se ubicaron en los riscos de las laderas y desde allí lanzaban piedrascon huaracas hacia los atacantes de Airabamba.  Marcial, con el grupo de armados, se había rezagado observando de lejos el choque entre las dos comunidades.  Cada vez caían más piedras desde las sombras altas de los cerros y los airabambinos comenzamos a retroceder.  Tratábamos de abrirnos paso a lanzazos y cuchilladas entre los recios de Santiago, pero las piedras seguían cayendo como el granizorompiéndoles la cabeza a nuestros mejores hombres y los contrarios resistían a pie firme, devolviendo los golpes y cubriéndose bien de las estocadas.
     -¡Disparen carajo!...-gritó Ciriaco Reynoso al grupo de Marcial, que se había quedado rezagado mirando la bronca.  Pero ellos, a regular distancia, seguían observando cómo los nuestros perdían terreno y algunos ya comenzaban a correr con lafrente chorreando sangre.
      -¡Disparen cojudos! -volvió a gritar el Ciriaco, esta vez con la sangre tibiecita corriéndose por el cuello hasta la espalda.
   Los airabambinos se replegaban perseguidos a punta de lanza por los yanahumas de Santiago, cuando en la oscuridad refulgieron los disparos del grupo de Marcial.  No disparaban hacia los santiaguinos que defendían su plaza, sino que lasmetralletas apuntaban hacia los cerros donde estaban apostados los que nos corrían a pedradas.  Y era que no todos tenemos la misma sesera, pues.  El camarada había estado contando cuántas hondas y huaracas tenían los cabezas negras y cuando las tuvo a todas ubicadas, mandó al tercer pelotón que abriera fuego en distintas direcciones que él daba.  Como la cancha tostada sonaban las metralletas...
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