en la diestra de dios padre

En la Diestra de Dios Padre

(Este dizque era un hombre que se llamaba Peralta. Vivía en un casa muy grande y muy viejo, en el propio camino real y afuerita de un pueblo donde vivía el Rey. No era casado y vivía con una hermana soltera, algo viejona y muy aburrida.

No había en el pueblo quién no conociera a Peralta por sus muchas caridades: él lavaba los langucientos; él asistía a losenfermos; él enterraba a los muertos; se quitaba el pan de la boca y los trapitos del cuerpo para dárselos a los pobres; y por eso era que estaba en la pura inopia; y a la hermana se la llevaba el diablo con todos los limosneros y leprosos que Peralta mantenía en la casa.

Peraltona" ¿Qué te ganas, hombre de Dios, con trabajar como un macho, si todo lo que conseguís lo botas jartando y vistiendo atanto perezoso y holgazán?

Cásate, hombre; cásate para que tengas hijos a quién mantener". Mire todos esos mendigos viviendo y dándose la buena vida, y que, gracias a usted. Cásate, hombre; cásate para que tengas hijos a quién mantener".

Peralta Calle la boca, hermanita, y no diga disparates. Yo no necesito de hijos, ni de mujer ni de nadie, porque tengo mi prójimo a quién servir. Mifamilia son los prójimos".

Peraltona" ¡Tus prójimos! ¡Será por tanto que te lo agradecen; será por tanto que ti han dado! ¡Ai te veo siempre más hilachento y más infeliz que los limosneros que socorrés! Bien podías comprarte una muda y comprármela, que harto la necesitamos; o tan siquiera traer comida alguna vez para, ya que pasamos tanta hambre. Pero vos no te afanás por lo tuyo: tenéssangre de gusano".

Esta era siempre la cantaleta de la hermana; pero como si predicara en desierto frío. Peralta seguía más peor; siempre hilachento y zarrapastroso, y el bolsico lámparo lámparo; con el fogoncito encendido tal cual vez, la despensa en las puras tablas y una pobrecía, señor, regada por aquella casa desde el chiquero hasta el corredor de afuera. Figúrese que no eran tan solamentelos Peraltas, sino todos los lisiaos y leprosos, que se habían apoderado de los cuartos y de los corredores de la casa "convidaos por el sangre de gusano", como decía la hermana.
Una ocasioncita estaba Peralta muy fatigao de las afugias del día, cuando, a tiempo de largarse un aguacero, arriman dos pelegrinos a los portales de la casa y piden posada:

Peregrinos. Hijo de Dios, le ruegonos dé posada, por la noche de hoy, el señor se lo sabrá agradecer

Peralta Con todo corazón se las doy, buenos señores -les dijo Peralta muy atento
Peralta pero la van a pasar muy mal, porque en esta casa no hay ni un grano de sal, ni una pastilla de chocolate, ni un grano de arroz, con qué hacerles una comidita. Pero sigan, pa entro, que la buena voluntad es lo que vale".

Entraronlos pelegrinos;

Trajo la hermana de Peralta el candil, (linterna) y pudo desanimarlos a como quiso. Parecían mismamente el taita y el hijo. El uno era un viejito con los cachetes muy sumidos, ojitriste, él, de barbitas rucias y cabecipelón. El otro era muchachón, muy buen mozo, medio mono, algo zarco y con una mata de pelo en cachumbos que le caían hasta media espalda. Le lucía mucho la saya yla capita de pelegrino. Los dos tenían sombreritos de caña, y unos bordones muy gruesos, y alpargatas. Se sentaron en una banca, muy cansaos, y se pusieron a hablar una jerigonza tan bonita, que los Peraltas, sin entender jota, no se cansaban di oirla. No sabían por qué sería, pero bien veían que el viejo respetaba más al muchacho que el muchacho al viejo; ni por qué sentían una alegría muysabrosa por dentro; ni mucho menos de dónde salía un olor que trascendía toda la casa: aquello parecía de flores de naranjo, de albahaca y de romero de Castilla; parecía de incensio y del sahumerio de alhucema que le echan a la ropita de los niños; era un olor que los Peraltas no habían sentido ni en el monte, ni en las jardineras, ni en el santo templo de Dios.
Peregrinos 1 (San Pedro) Desde la...