En la noche H.Quiroga

Páginas: 14 (3367 palabras) Publicado: 18 de abril de 2013
Horacio Quiroga


EN LA NOCHE


Las aguas cargadas y espumosas del Alto Paraná me llevaron un día de creciente desde San Ignacio al ingenio San Juan, sobre una corriente que iba midiendo seis millas en el canal, y nueve al caer del lomo de las restingas.

Desde abril yo estaba a la espera de esa crecida. Mis vagabundajes en canoa, por el Paraná, exhausto de agua, habían concluido porfastidiar al griego. Es éste un viejo marinero de la marina de guerra inglesa que probablemente había sido pitara en el Egeo, su patria, y que con más certidumbre había sido contrabandista de caña en San Ignacio, desde quince años atrás. Era, pues, mi maestro de río.

−Está bien −me dijo al ver el río grueso.

−Usted puede pasar ahora por un medio, medio regular marinero, pero le falta unacosa, y es saber lo que es el Paraná cuando está bien crecido. ¿Ve esa piedraza −me señaló− sobre la corredera del Greco? Pues bien: cuando el agua llegue hasta allí y no se vea una piedra de la restinga, váyase entonces a abrir la boca ante el Teyucuaré por los cuatro lados, y cuando vuelva podrá decir que sus puños sirvieron para algo. Lleve otro remo también, porque con seguridad va a romper uno odos. Y traiga de su casa una de sus mil latas de kerosene, bien tapada con cera. Y así todo es posible que se ahogue.

Con un remo de más, en consecuencia, me dejé tranquilamente llevar hasta el Teyucuaré.

La mitad, por lo menos, de los troncos, pajas podridas, espumas y animales muertos que bajaban en una gran crecida, quedan en esa profunda ensenada. Espesan el agua, cobran el aspecto detierra firme, remontan lentamente la costa deslizándose contra ella como si fueran una porción desintegrada de la playa −porque ese inmenso remanso es un verdadero mar de sargazos.

Poco a poco, aumentando la elipse de traslación, los troncos son cogidos por la corriente y bajan por fin velozmente girando sobre sí mismos, para cruzar dando tumbos frente a la restinga final del Teyucuaré, erguidahasta 80 metros de altura.

Estos acantilados de piedra cortan perpendicularmente el río, avanzan a él hasta reducir su cauce a la tercera parte. El Paraná entero tropieza con ellos, busca salida formando una serie de rápidos casi insalvables aun con aguas bajas, por poco que el remero no esté alerta. Y tampoco hay manera de evitarlos, porque la corriente central del río se precipita por laangostura formada, abriéndose desde la restinga en una curva tumultuosa que rasa el remanso inferior y se delimita de él por una larga fila de espumas fijas.

A mi vez, me dejé coger por la corriente. Pasé como una exhalación sobre los mismos rápidos, y caí sobre las aguas agitadas de la canal, que me arrastraron de popa y de proa, debiendo tener mucho juicio con los remos que apoyabaalternativamente en el agua para establecer un equilibrio, en razón de que mi canoa medía sesenta centímetros de ancho, pesaba treinta kilos y tenía tan sólo dos milímetros de espesor en toda su obra; de modo que un firme golpe de dedo podía perjudicarla seriamente. Pero de sus inconvenientes derivaba una velocidad fantástica que me permitía forzar el río de sur a norte y de oeste a este, siempre, claro está,que no olvidará un instante la inestabilidad del aparato.

En fin, siempre a la deriva, mezclado con palos y semillas que parecían tan inmóviles como yo, aunque bajábamos velozmente sobre el agua lisa, pasé frente a la isla del Toro, dejé atrás la boca del Yabebirí, el puerto de Santa Ana, y llegué al ingenio, de donde regresé en seguida, pues deseaba volver a San Ignacio en la misma tarde.Pero en Santa Ana me detuve, titubeando. El griego tenía razón: una cosa es el Paraná bajo o normal, y otra muy distinta con las aguas hinchadas. Aun con mi canoa, los rápidos salvados al remontar el río me habían preocupado, si no por el esfuerzo de vencerlos, sí por la posibilidad de volcar. Toda restinga, sabido es, ocasiona un rápido y un remanso adyacente; y el peligro está en esto,...
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