Enero segundo

Los rayos de un sol rojo se asomaban por el horizonte, caía… No, cada vez relucía más y las sombras que me habían estado acompañando iban desapareciendo poco a poco.

La silueta de una joven,pequeña y juguetona entro en mi rango de visión ¿Por qué me dolía todo? La pequeña se acercó y con una delgada, pero melódica voz comenzó a llamar a su madre. No lo soporté más, caí en el mortal sueño,víctima del dolor agudo que sentía.

Era blanco, una pequeña y titilante bombilla me cegaba los ojos ¿Dónde estaba? Giré un poco la cabeza y reconocí una mesita de noche donde reposaba un pequeño relojcon forma de gato que me miraba fijamente con unos ojos grandes, desproporcionados diría yo, pero aun así consiguiendo esa cara inocente que tiene un gato cualquiera, un mal de raza como siempre lohabía pensado. Había unos cuantos objetos más que lograba distinguir allí, pero no les presté atención. Busque estirar mi cuerpo, me dolía todo ¿Qué había pasado? Me levanté, o eso intenté hasta quedescubrí unas fuertes correas que me ataban a la cama por el pecho y la cintura, no estaban muy apretadas, pero eran suficientes para que no lograra librarme de ellas. ¿Qué pasaba?

Volví la cabeza alotro lado, una pared blanca.

Volví la cabeza al techo, techo blanco y con un fastidioso bombillo de luz blanca que no paraba de titilar.

¿Cómo había llegado ahí? Recordaba como habíamos estalladoen furia el uno contra el otro, como nos habíamos gritado; sentía un vació inmenso en mi pecho mientras iba recordando cada uno de los momentos de lo que parecía el cruel final de nuestra historia,historia de amor… Puff, que tonto había sido en creer en una estupidez como esa. Ya la vida se había encargado antes de darme un objetivo claro y de borrar esos acertijos sobre el mundo de dos que tantodetestaba.

Pero entonces vino ella.

La puerta del cuarto se abrió, mis ojos fueron a dar en unos grises de grandes ojeras y de aspecto muy cansado. Temblor. Su cabello caía igual de...