Estancias Freudianas

Estancias freudianas


Jorge Baños Orellana


¿Dónde encuentran los analistas las ideas, las palabras y las cosas para hacer teoría? Se acostumbra responder que en la experiencia clínica. Es irrebatible. Sin embargo, también puede llegar a ser una contestación falsa. Lo es cuando se pronuncia con la prisa atolondrada de la certeza; en este caso, quien hablará no será la razón, sino unadesidia que no distingue el objeto de un pensamiento de los caminos de su elaboración. Porque si es irrebatible que el tema último de la teoría analítica se circunscribe a lo que sucede en la consulta, eso no implica automáticamente que lo que se descubre de esa escena quede iluminado y nombrado en ella. Sí, desde luego que la experiencia clínica es insoslayable, y sí, desde luego que Freud aprendióel psicoanálisis de sus histéricas; pero lo habitual es que el instante ¡eureka! del hallazgo y la sustracción de la palabra justa que la nombra advengan retroactivamente, se revelen en los sitios menos esperados y en ocasión de planteos bien ajenos a los de la escena de la consulta. Hay una extraterritorialidad, un fuera de horario de la producción teórica que descompleta las soberanías del sitioy el momento estrictamente clínicos. Además, ¿quién se atrevería a sostener que hay un sitio o un momento de tan plena exclusividad?, un espacio-tiempo circunscrito bajo la campana de cristal de la asepsia profesional, liberado del cuerpo, de la trama simbólica corriente, de los acuerdos imaginarios con la teoría de marras que nos acoge. Negar esa contaminación equivale, mutatis mutandi, aalardear el sensualismo que convirtió en presa fácil de Foucault a los médicos del siglo xix: “Las formas de la racionalidad médica se hunden en el espesor maravilloso de la percepción [...]; el espacio de la experiencia parece identificarse con el dominio de la mirada atenta [...], la permanencia de la verdad en el núcleo sombrío de las cosas está ligada a este poder soberano de la mirada empírica quehace de su noche día”.[1] Para que nos calce este sayo, basta escribir “escucha” donde dice “mirada”. Si la clínica hablara por sí sola, no habría manera de resolver el porqué las mismas histéricas que dirigieron su palabra al inexperto joven Freud no encontraron igual o mayor suerte cuando la proferían a clínicos mucho más experimentados que él.
“La obra completa de Freud nos presenta unapágina de cada tres de referencias filológicas, una página de cada dos de inferencias lógicas y, en todas partes, una aprehensión dialéctica de la experiencia”,[2] decía Lacan. ¿Pero qué se deduce de ello con respecto a la escritura del psicoanálisis? Reivindicar para el escritorio del analista esa autosuficiencia y esa autoevidencia que suelen atribuírsele a la clínica, convertiría también a lostextos analíticos en supuestos productos sin restos ni préstamos. En el primer cuadro de esta película de actos puros, aparece Freud (o cualquier analista) en la consulta consumando el descubrimiento de la clínica soberana. En el segundo, aparece Freud (o cualquier analista) ocupándose de la retórica de la exposición del hallazgo anterior: en la silla pequeña del sector del escritorio, elchupatintas de la verdad clínica se esmera en presentar persuasivamente el hallazgo, convalidándolo con el tesoro de las analogías para hacerlo más atendible y ameno. Al momento princeps e inclusivo del hallazgo clínico en la zona de consulta, sigue el momento sociable expansivo de la transmisión. Lástima que esta película sea insostenible cuando se la contrasta con las huellas de los borradores, con eltrámite efectivo de la producción teórica.
Sobran pruebas de las idas y vueltas que daba Freud hasta alcanzar el meollo de la clínica. El trabajo de concluir lo que sus colegas no concluían de casos clínicos semejantes era de una travesía de circuitos tortuosos, en los que el recurso a la lógica, la filología o la vida equivalían, las más de las veces, al primer chispazo y no a un adorno...