Fedro y La Belleza
FEDRO
O SOBRE LA BELLEZA
Platón
Edición Electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. FEDRO O SOBRE LA BELLEZA SÓCRATES.—FEDRO SÓCRATES.—Mi querido Fedro, ¿adónde vas y de dónde vienes? FEDRO.—Vengo, Sócrates, de casa de Lisias1, hijo de Céfalo, y voy o pasearme fuera de muros; porque he pasado toda la mañana sentado junto o Lisias, y siguiendo el precepto de Acumenos, tu amigo y mío, me paseo por las vías públicas, porque dice que proporcionan mayor recreo y salubridad que las carreras en el gimnasio. SÓCRATES.—Tienes razón, ami‐ go mío; pera Lisias, por lo que veo, estaba en la ciudad. FEDRO.—Sí, en casa de Epícrates, en esa casa que está próxima al templo de Zeus Olímpico, la Moriquia2. SÓCRATES.—¿Y cuál fue vuestra conversación? Sin duda, Lisias te regalaría algún discurso. FEDRO.—Tú lo sabrás, si no te apremia el tiempo, y si me acompañas y me escuchas.
Lisias nació en Atenas en 459 y murió en 379 a. de J. C.; perteneció al partido democrático y fue desterrado a Megara durante la oligarquía. Ésta condenó a muerte a su hermano Polemarco y a su cuñado Dionisidoro. 2 Casa llamada así de uno llamado Moriquia.
1
SÓCRATES.—¿Qué dices? ¿No sabes, para hablar como Pindaro, que no hay negocio que yo no abandone por saber lo que ha pasado entre tú y Lisias? FEDRO.—Pues adelante. SÓCRATES.—Habla pues. FEDRO.—El verdad, Sócrates, el negocio te afecta, porque el discurso que nos ocupó por tan largo espacio, no sé por qué casualidad rodó sobre el amor. Lisias supone un hermoso joven, solicitado, no por un hombre enamorado, sino, y esto es lo más sorprendente, por un hombre sin amor, y sostiene que debe conceder sus amores más bien al que no ama, que al que ama. SÓCRATES.—¡Oh!, es muy amable. Debió sostener igualmente que es preciso tener mayor complacencia con la pobreza que con la riqueza, con la ancianidad que con la juventud, y lo mismo con todas las desventajas que tengo yo y tienen muchos otros. Sería ésta una idea magnífica y prestaría un servicio a los intereses populares3. Así es que yo ardo en deseos de escucharte y ya
Sócrates tenía poca simpatía por la democracia ateniense y así se burla de los oradores populares.
3
/ 2 /
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. puedes alargar tu paseo hasta Megara, y, conforme al método de Heródico4, volver de nuevo, después de tocar los muros de Atenas, que yo no te abandonaré. FEDRO.—¿Qué dices, bon‐ dadoso Sócrates? Un discurso que Lisias, el más hábil de nuestros escritores, ha trabajado por despacio y en mucho tiempo, ¿podré yo, que soy un pobre hombre, dártelo a conocer de una manera digna de tan gran orador? Estoy bien distante de ello, y, sin embargo, preferiría este talento a todo el oro del mundo. SÓCRATES.—Fedro, si no conociese a Fedro, no me conocería a mí mismo; pero le conozco. Estoy bien seguro de que oyendo un discurso de Lisias no ha podido contentarse con una primera lectura, sino que volviendo a la carga, habrá pedido al autor que comenzara de nuevo, y el autor le habrá dado gusto, y, no satisfecho aún con esto, concluiría por apoderarse del papel, para volver a leer los pasajes que más llamaran su atención. Y después de haber pasado toda la mañana inmóvil y atento a este estudio, fatigado ya, habría salido a tomar el aire y a dar un paseo, y mucho me engañaría, ¡por el Can!, si no sabe ya de memoria todo el discurso, a no ser que sea de una extensión excesiva. ...
Regístrate para leer el documento completo.