frenos

Dr. Eduardo Alfonso Benedetto

El efecto Coriolis
“Nosotros (la indivisa divinidad que
opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo
hemos soñado resistente, misterioso, visible,
ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero
hemos consentido en su arquitectura tenues y
eternos intersticios de sinrazón para saber que
es falso”.
Los Avatares de la Tortuga
Jorge Luis Borges

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Cuando volví a ver a Coriolis, después de tanto tiempo, en una cena de ex alumnos, tuve
la agradable y curiosa percepción de que él no había experimentado casi ningún cambio pese a
que habían pasado veinte años desde que termináramos el secundario. Todos en aquella reunión
mostrábamos claras evidencias del lapso transcurrido; algunos habían sólo aumentado de peso o
perdido en algunamedida el cabello; otros lucían más envejecidos que lo esperable y no pocos
habían mejorado su aspecto, se habían embellecido. Yo no me contaba en este último grupo;
Coriolis, en ninguno. Apenas se lo veía más serio, con el pelo más corto y prolijo y había
agregado a su imagen unos anteojos insignificantes y una corbata lamentable. Coriolis había sido
siempre raro y retraído; no llamaba laatención, pero era raro. Nunca nadie hablaba de él; no se
destacaba en nada, ni siquiera siendo el peor de la clase. Siempre cerca del promedio de todo.
Desde el principio me había parecido que su salud era frágil y que quizás a ello se debía su
retraimiento.
Otro hecho que llamó mi atención durante la cena de ex alumnos fue que nadie parecía
percatarse de que Coriolis estaba igual, excepto yo(luego, meditando sobre esto, llegué a la
conclusión de que su singularidad había sido siempre percibida nada más que por mí). En varias
oportunidades esa noche escuché frases como “¡Vos sí que estás igual! ¿Cómo hacés?”, la
mayoría de las veces como expresión de sincera admiración o al menos de piadosa amabilidad y
hasta en algunos casos como velado agravio; pero nadie —ni yo mismo— le dijo aCoriolis algo
parecido. Y él era el único que de verdad estaba igual, para bien o para mal. Esto, con seguridad,
obedecía a un hecho: toda la gente cree recordar a todos sus ex condiscípulos, pero todos
olvidamos a alguno; el problema con Coriolis es que parecía que todos, excepto yo, lo habían
olvidado unánime y enfáticamente. Llegué a considerar la posibilidad de que no ser advertido porel mundo fuese un antídoto contra el envejecimiento. Cosas sin sentido, por cierto; pero yo
siempre fui proclive a los sinsentidos, y quizás por eso me detuve a pensar tanto en alguien que
hasta aquel momento me había resultado tan insulso. Todavía habrían de transcurrir varios años
para que yo experimentara la inefable sensación que la simple presencia de Coriolis me causaría.
Algunas semanasdespués de aquella reunión, recibí un llamado de él; quería que nos
volviésemos a encontrar. Me pareció muy extraño que hubiese conseguido mi número de
teléfono, que quisiera contactarse conmigo y que finalmente lo hubiera hecho. El cúmulo de
decisiones tomadas que implicaba todo esto no concordaba con la imagen que yo tenía de él.
Ahora, después de todo lo que pasó, entiendo que todo se tratade imágenes que no concuerdan
con la realidad. Al mismo tiempo, su llamado me volvió a producir una sensación agradable.
Vinculé esta sensación con las marcadas disimilitudes que había entre Coriolis y yo. En la cena
de ex alumnos me había enterado de que él no había concluido sus estudios (algo relacionado con
la física); yo, por el contrario, había terminado mi carrera universitaria conhonores. También

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supe que Coriolis trabajaba en el Servicio de Hidrografía Naval, nada más lejano a mi ocupación.
Además, él era soltero y yo ya me había divorciado de Nadia para esa época. En fin, podría
confeccionar una lista bastante profusa de diferencias entre Coriolis y yo, de entre las cuales la
más significativa era que él no había cambiado pero yo sí. No...