granologo

Páginas: 4 (958 palabras) Publicado: 18 de junio de 2014
Y era así: en casa del brasilero las guacamayas reían todo el tiempo; yo las oía, desde el muro del huerto de mi casa, subido en la escalera, recogiendo mis
naranjas, arrojándolas al gran cestode palma; de vez en cuando sentía a las espaldas que los tres gatos me observaban trepados cada uno en los almendros, ¿qué me decían?, nada, sin entenderlos. Más atrás mi mujer daba de comer alos peces en el estanque: así envejecíamos, ella y yo, los peces y los gatos, pero mi mujer y los peces, ¿qué me decían? Nada, sin entenderlos.
El sol empezaba.
La mujer del brasilero, la esbeltaGeraldina, buscaba el calor en su terraza, completamente desnuda, tumbada bocabajo en la roja colcha floreada. A su lado, a la sombra refrescante de una ceiba, las manos enormes del brasileromerodeaban sabias por su guitarra, y su voz se elevaba, plácida y persistente, entre la risa dulce de las guacamayas; así avanzaban las horas en su terraza, de sol y de música.
En la cocina, la bellacocinerita —la llamaban «la Gracielita»— lavaba los platos, trepada en un butaco amarillo. Yo lograba verla a través de la ventana sin vidrio de la cocina, que daba al jardín. Mecía sin saberlo sutrasero, al tiempo que fregaba: detrás de la escueta falda blanquísima se zarandeaba cada rincón de su cuerpo, al ritmo frenético y concienzudo de la tarea: platos y tazas llameaban en sus manostrigueñas: de vez en cuando un cuchillo dentado asomaba, luminoso y feliz, pero en todo caso como ensangrentado. También yo padecía, aparte de padecerla a ella, ese cuchillo como ensangrentado. El hijodel brasilero, Eusebito, la contemplaba a hurtadillas, y yo lo contemplaba
contemplándola, él arrojado debajo de una mesa repleta de pinas, ella hundida en la inocencia profunda, poseída de ellamisma, sin saberlo. A él, pálido y temblando —eran los primeros misterios que descubría—, lo fascinaba y atormentaba el tierno calzón blanco escabullándose entre las nalgas generosas; yo no...
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