Guadalajara

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Guadalajara a inicios de octubre, 1650.
Salieron muy temprano por la mañana, apenas despuntaba el alba cuando ya se dirigían a la entrada sur de la ciudad. Llevaban sus mulas con dificultad a través de un mar de personas de distinta calidad que se movilizaban a sus respectivos empleos en la ciudad.
Llegando a la entrada sur de la ciudad, pudieron ver una gran concentración de personas,animales y carretas. Decenas de arrieros se concentraban en la garita de Mexicaltzingo, esperando que los oficiales en turno registraran y dieran el permiso de entrada. A su vez los mesones de esta zona adquirían bastimentos que después revendían a los viajeros que partían rumbo a la Provincia de Avalos.
Rodearon la gran fuente publica, -Compra alimentos para una jornada, viajaremos ligero – instruyóel alguacil al joven monje.
Balthasar le proporciono un puñado de monedas al muchacho, se dirigió hacia la fuente y tomó asiento. Observó a los oficiales de aduana que discutían y daban órdenes a todo un ejército de empleados que llevaban registros de entradas, revisaban los bultos de las mulas y las carretas; mientras que la mitad de un destacamento de dragones se mantenía de guardia en losrestos de un fogón.
Soldados... Ángelo, Marco; sus antiguos compañeros de armas, rememoró aquellos días al servicio en el tercio de Nápoles, aquello le trajo todo tipo de recuerdos. Unos niños que correteaban por la fuente lo regresaron al presente. Sus amigos, ahora oficiales del Santo Oficio lo esperaban a una jornada de distancia de Guadalajara.
-Tengo todo listo señor- Julián apareció con variosbultos ya cargados en su mula.
Balthasar observó al joven por un momento y apremio.
–Muy bien chico, apuremos el paso, debemos llegar al pueblo antes de que oscurezca.
Montaron sus mulas y tomaron el camino del sur. Cerca de la garita tres cuerpos desnudos, cubiertos con brea para evitar que las alimañas se alimentaran de ellos, colgaban de un mezquite, el alguacil observó a los criminalesexhibidos por un momento y luego fijo sus ojos en el joven.
El muchacho observaba los cadáveres, murmuró unas plegarias justo al pasar por enfrente del mezquite. “Es un joven prodigioso” le había dicho el Obispo Palafox, “mantenlo cerca, instrúidle…”; ahora sus ojos estaban en el camino, su rostro había regresado a la normalidad, ¿acaso era determinación lo que veía en Julián?
–Señor, si llegaran adescubrir lo que hacemos, ¿qué sucederá? Soltó el joven.
-Dependerá de que cosa descubran y quien nos descubra. Contamos con el respaldo del señor obispo Juan de Palafox, pero aun así, debemos actuar con resolución y sensatez. No sería bueno causarle más conflictos de los que ya lo aquejan.
Vio como Julián asimilaba la información, “es un buen muchacho, lo hará bien”.
Continuaron el viaje abuen paso, y tras varias horas lograron divisar un grupo de arrieros que se dirigían al sur.
Después de saludos cordiales, los dos agentes encubiertos pasaron la comitiva compuesta por dos negros y mulato que dirigían a seis mulas cargadas con pesados bultos.
-Buenos días padrecitos- saludo el viejo negro que montaba la mula que dirigía la recua. – Si os dirigís al sur deben saber que pasando elpueblo de Santa Ana, deberán juntarse a un grupo mayor, pues dos hombres desarmados son blanco fácil de ladrones y malvivientes.
-Saludos- respondió Baltasar con una sonrisa. –No os preocupéis buen hombre, solo vamos al pueblo y retornaremos.
-Arriero, pero vosotros sois solo tres, ¿cómo pensáis enfrentarse a un puñado de maleantes?
El comentario de Julián despertó el interés del comisario,“valla que observador muchacho, ¿y ahora?
-Nada de eso joven, son separamos del amo Andrés, nos llevan horas, pero los alcanzaremos en Santa Ana.
“Sí que es inquisitivo” satisfecho por su joven acompañante, Balthasar dirigió su mula hacia el frente de las recuas, Julián lo siguió de deprisa, bendijo rápidamente a los arrieros quienes solemnemente agradecieron y se despidieron.
Cuanto el sol...