Hacer
Pero ni Ernesto ni el Kuto, se habían percatado que otro hombretambién miraba a la muchacha. Era Don Froylán, el otro dueño de la hacienda, quien a pesar de estar casado y tener nueve hijos, se creía con derecho sobre la inocente Justina. Un día, cuando sebañaba con los niños en la toma de agua, la violó.
Con rabia e impotencia contenida, el Kuto se lo contó a Ernesto, quien no podía creer lo sucedido. Don Froylan, el socio de su tío había abusado deJustina, sólo por el hecho de ser su sirvienta.
Pasada la incredulidad, el chico conminó al indio a tomar venganza, a matar con su honda al maldito que había roto sus ilusiones de niño. Pero el Kuto noquería hacer nada contra su patrón. Se sentía un indio incapaz de matar a Don Froylán. Tal vez Ernesto cuando grande y recibido de abogado haría algo, pero él no, porque seguiría siendo el novillerode los patrones. Sus odios los descargaba con los animales a quienes golpeaba, salvajemente, quizá pensando que golpeaba a quien había robado la inocencia de Justina. Resentido y penoso, el Kuto...
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