Historia De Roma

Indro Montanelli
HISTORIA DE ROMA

ÍNDICE

CAPÍTULO I AB URBE CONDITA 5
CAPÍTULO II POBRES ETRUSCOS 8
CAPÍTULO III LOS REYES AGRARIOS 11
CAPÍTULO IV LOS REYES MERCADERES 14
CAPÍTULO V PORSENNA 17
CAPÍTULO VI SPQR 20
CAPÍTULO VII PIRRO 24
CAPÍTULO VIII LA EDUCACIÓN 27
CAPÍTULO IX LA CARRERA 30
CAPÍTULO X LOS DIOSES 33
CAPÍTULO XI LA CIUDAD 36
CAPÍTULO XII CARTAGO 39
CAPÍTULO XIII RÉGULO 42CAPÍTULO XIV ANÍBAL 45
CAPÍTULO XV ESCIPIÓN 48
CAPÍTULO XVI GRAECIA CAPTA... 51
CAPÍTULO XVII CATÓN 54
CAPÍTULO XVIII FERUM VICTOREM CEPIT 57
CAPÍTULO XIX LOS GRACOS 60
CAPÍTULO XX MARIO 63
CAPÍTULO XXI SILA 66
CAPÍTULO XXII UNA CENA EN ROMA 69
CAPÍTULO XXIII CICERÓN 72
CAPÍTULO XXIV CÉSAR 75
CAPÍTULO XXV LA CONQUISTA DE LAS GALIAS 78
CAPÍTULO XXVI EL RUBICÓN 81
CAPÍTULO XXVII LOS IDUS DE MARZO 84CAPÍTULO XXVIII ANTONIO Y CLEOPATRA 87
CAPÍTULO XXIX AUGUSTO 90
CAPÍTULO XXX HORACIO Y LIVIO 93
CAPÍTULO XXXI TIBERIO Y CAL1GULA 96
CAPÍTULO XXXII CLAUDIO Y SÉNECA 98
CAPÍTULO XXXIII NERÓN 100
CAPÍTULO XXXIV POMPEYA 102
CAPÍTULO XXXV JESÚS 104
CAPÍTULO XXXV LOS APÓSTOLES 107
CAPÍTULO XXXVII LOS FLAVIOS 109
CAPÍTULO XXXVIII ROMA EPICÚREA 112
CAPÍTULO XXXIX SU CAPITALISMO 115
CAPÍTULO XL SUSDIVERSIONES 117
CAPÍTULO XLI NERVA Y TRAJANO 119
CAPÍTULO XLII ADRIANO 122
CAPÍTULO XLIII MARCO AURELIO 124
CAPÍTULO XLIV LOS SEVEROS 127
CAPÍTULO XLV DIOCLECIANO 130
CAPÍTULO XLVI CONSTANTINO 133
CAPÍTULO XLVII EL TRIUNFO DE LOS CRISTIANOS 135
CAPÍTULO XLVIII LA HERENCIA DE CONSTANTINO 138
CAPÍTULO XLIX AMBROSIO Y TEODOSIO 141
CAPÍTULO L EL FIN 144
CAPÍTULO LI CONCLUSIÓN 147
CRONOLOGÍA 149


A SusinaMoizzi

A LOS LECTORES
A medida que esta Historia de Roma salía por capítulos en Domenica del Corriere, comencé a recibir cartas cada vez más indignadas. Se me acusaba de ligereza, de despotismo, y, por algunos, francamente de impiedad por mi modo de tratar un tema considerado sagrado.
No me sorprendí, porque, en efecto, hasta ahora, para hablar de Roma, en italiano, no se ha usado más estilo queel áulico y apologético. Mas estoy persuadido de que precisamente por esto bien poco ha quedado en la cabeza del lector y que, terminado el bachillerato, entre nosotros casi ninguno siente la tentación de refrescarse el recuerdo de ella. No hay nada más fatigoso que seguir una historia poblada tan sólo de monumentos. Y yo mismo debí luchar no poco contra los bostezos cuando, cayendo en la cuentade haber olvidado años ha todo o casi todo, quise volverla a estudiar desde el principio. Hasta que topé conSuetonio y con Dión Casio que, habiendo sido contemporáneos de aquellos monumentos, o por lo menos coevos, no alimentaban para con ellos un respeto tan reverente y timorato.
Siguiendo sus huellas, acabé hojeando también todos los demás historiadores y cronistas romanos. Y fue como dar vidaa la piedra. De golpe, aquellos protagonistas que en la escuela nos presentaron momificados en una actitud, siempre la misma, no de hombres, sino de símbolos abstractos, perdieron su mineral inmovilización, se animaron, se colorearon de sangre, de vicios, de flaquezas, de tics y de pequeñas o grandes manías; tornáronse, en suma, vivientes y verdaderos.
¿Por qué habríamos de tener más respeto aesos personajes que el que les tuvieron los propios romanos? ¿Y se les hace un gran favor dejándoles sobre el pedestal en una fría sala de museo, que sólo tos escolares, por motivo de exámenes, son conducidos a visitar obligados por el maestro? Conozco a jesuítas que, sin faltar a la ortodoxia, han escrito hagiografías libres de prejuicios, donde los santos aparecen como eran, hombres entre hombres,con sus terquedades y rarezas. El hecho de que muchos de ellos hayan cometido errores y que todos indistintamente hubiesen estado tentados de cometerlos, no quita nada a su santidad. Al contrario. Jesucristo hizo un apóstol de san Pedro, que habla renegado de Él.
Lo que hace grande la Historia de Roma no es que haya sido hecha por hombres diferentes a nosotros, sino que haya sido hecha por...