horacio quiroga

Páginas: 172 (42876 palabras) Publicado: 20 de junio de 2014
Cuentos de amor, de locura y de muerte
Quiroga, Horacio

Publicado: 1917
Categoría(s): Ficción, Horror, Cuentos y Novelas cortas
Fuente: Feedbooks

1

Acerca Quiroga:
Horacio Quiroga was an Uruguayan playwright, poet and
short story writer. He wrote stories which, in their jungle settings, use the supernatural and the bizarre to show the struggle of man and animal to survive. He alsoexcelled in portraying mental illness and hallucinatory states. His influence can
be seen in the Latin American magic realism of Gabriel García
Márquez and the postmodern surrealism of Julio Cortázar.
Copyright: This work is available for countries where copyright is Life+70 and in the USA.
Nota: Este libro le es ofrecido por Feedbooks
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Estricamente para usopersonal. En ningún caso puede ser utilizado con fines comerciales.

2

Capítulo

1

Una estación de amor
Primavera
Era el martes de carnaval. Nébel acababa de entrar en el corso, ya al oscurecer, y mientras deshacía un paquete de serpentinas miró al carruaje de delante. Extrañado de una cara que
no había visto en el coche la tarde anterior, preguntó a sus
compañeros:
–¿Quién es? No parecefea.
–¡Un demonio! Es lindísima. Creo que sobrina, o cosa así, del
doctor Arrizabalaga. Llegó ayer, me parece…
Nébel fijó entonces atentamente los ojos en la hermosa criatura. Era una chica muy joven aún, acaso no más de catorce
años, pero ya núbil. Tenía, bajo cabello muy oscuro, un rostro
de suprema blancura, de ese blanco mate y raso que es patrimonio exclusivo de los cutis muy finos.Ojos azules, largos, perdiéndose hacia las sienes entre negras pestañas. Tal vez un poco separados, lo que da, bajo una frente tersa, aire de mucha
nobleza o gran terquedad. Pero sus ojos, tal como eran, llenaban aquel semblante en flor con la luz de su belleza. Y al sentirlos Nébel detenidos un momento en los suyos, quedó
deslumbrado.
–¡Qué encanto! –murmuró, quedando inmóvil con una rodillaen el almohadón del surrey. Un momento después las serpentinas volaban hacia la victoria. Ambos carruajes estaban ya enlazados por el puente colgante de papel, y la que lo ocasionaba
sonreía de vez en cuando al galante muchacho.
Mas aquello llegaba ya a la falta de respeto a personas, cocheros y aún al carruaje: las serpentinas llovían sin cesar. Tanto fue, que las dos personas sentadas atrás sevolvieron y, bien
que sonriendo, examinaron atentamente al derrochador.
–Quiénes son? –preguntó Nébel en voz baja.

3

–El doctor Arrizabalaga… Cierto que no lo conoces. La otra
es la madre de tu chica… Es cuñada del doctor.
Como en pos del examen, Arrizabalaga y la señora se sonrieran francamente ante aquella exuberancia de juventud, Nébel
se creyó en el deber de saludarlos, a lo querespondió el terceto con jovial condescendencia.
Este fue el principio de un idilio que duró tres meses, y al
que Nébel se creyó en el deber de saludarlos, a lo que respondió el terceto con jovial condescendencia. Mientras continuó el
corso, y en Concordia se prolonga hasta horas increíbles, Nébel tendió incesantemente su brazo hacia adelante, tan bien
que el puño de su camisa, desprendido,bailaba sobre la mano.
Al día siguiente se reprodujo la escena; y como esta vez el
corso se reanudaba de noche con batalla de flores, Nébel agotó
en un cuarto de hora cuatro inmensas canastas. Arrizabalaga y
la señora se reían, volviendo la cabeza a menudo, y la joven no
apartaba casi sus ojos de cabeza a menudo, y la joven no apartaba casi sus ojos de Nébel. Este echó una mirada dedesesperación a sus canastas vacías. Mas sobre el almohadón del surrey quedaba aún uno, un pobre ramo de siemprevivas y jazmines del país. Nébel saltó con él sobre la rueda de los jazmines
del país. Nébel saltó con él sobre la rueda del surrey, dislocóse
casi un tobillo, y corriendo a la victoria, jadeante, empapado en
sudor y con el entusiasmo a flor de ojos, tendió el ramo a al joven. Ella buscó...
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