Ideologias

Hijo de un cauchero de la región amazónica, de aquellos que conocieron el auge del oro negro y su derrumbamiento por la competencia de las Indias Orientales holandesas en losprimeros decenios del siglo, Arturo Hernández nació en un lejano caserío de las márgenes del Ucayali, el 22 de diciembre de 1903. Habría de convertirse pronto, en un hombre sin tierra,porque el gran río, con la velocidad característica de su cauce, borro poco a poco toda huella de la aldehuela natal. Pero en el alma del niño y del adolescente, a cambio de perderlaen la realidad, se afirmo la tierra, metida en el corazón. Allí la contiene para siempre. Después de muchos años que nada tienen que ver con la literatura y si mucho con el hambre,con la desesperanza, con el infortunio y con la lucha, Hernández revela su tierra nativa, su atmósfera, su mundo infantil y juvenil, su fortaleza de espíritu y su fe peruanista enlas páginas de sus novelas. Es esta una forma de tomar el desquite de la vida, de recobrar lo que le fue arrebatado, de recuperar lo suyo. Solo después de los 30 años, le fue dadodescubrir su capacidad de expresión literaria. Antes de ese momento, unas pocas lecturas habían alumbrado su espíritu deprimido por los mas modestos trabajos materiales —peón decaminos y construcciones, tripulante de barcos, recluta participante en la asonada separatista del capitán Cervantes en 1922, con sudor y con lagrimas—. Con sangre pudo haber terminadoesa pintoresca aventura del revolucionario iluso de una reconstitución del Oriente peruano, programada, por una república ideal que tendía a conseguir categoría nacional a unaregión desdeñada, preterida, humillada y seccionada del resto del Perú, en la miopía de los políticos de entonces. El adolescente pudo soñar en el encumbramiento de esa tierra...