Inteligencia emocional

Páginas: 152 (37773 palabras) Publicado: 13 de febrero de 2010
INTELIGENCIA EMOCIONAL

EL DESAFÍO DE ARISTÓTELES
Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo.
Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el
momento oportuno. Con el propósito justo y del modo correcto, eso,
ciertamente, no resulta tan sencillo.
Aristóteles, Ética a Nicómaco.
Era una bochornosa tarde de agosto en la ciudad de Nueva York. Uno de esos díasasfixiantes que
hacen que la gente se sienta nerviosa y malhumorada. En el camino de regreso a mi hotel, tomé un autobús
en la avenida Madison y, apenas subí al vehículo, me impresionó la cálida bienvenida del conductor, un hombre
de raza negra de mediana edad en cuyo rostro se esbozaba una sonrisa entusiasta, que me obsequió con un
amistoso «¡Hola! ¿Cómo está?», un saludo con el que recibía atodos los viajeros que subían al autobús
mientras éste iba serpenteando por entre el denso tráfico del centro de la ciudad. Pero, aunque todos los
pasajeros eran recibidos con idéntica amabilidad, el sofocante clima del día parecía afectarles hasta el punto
de que muy pocos le devolvían el saludo.
No obstante, a medida que el autobús reptaba pesadamente a través del laberinto urbano, iba teniendolugar una lenta y mágica transformación. El conductor inició, en voz alta, un diálogo consigo mismo, dirigido a
todos los viajeros, en el que iba comentando generosamente las escenas que desfilaban ante nuestros ojos:
rebajas en esos grandes almacenes, una hermosa exposición en aquel museo y qué decir de la película recién
estrenada en el cine de la manzana siguiente. La evidente satisfacciónque le producía hablarnos de las
múltiples alternativas que ofrecía la ciudad era contagiosa, y cada vez que un pasajero llegaba al final de su
trayecto y descendía del vehículo, parecía haberse sacudido de encima el halo de irritación con el que subiera
y, cuando el conductor le despedía con un «¡Hasta la vista! ¡Que tenga un buen día!», todos respondían con
una abierta sonrisa.
El recuerdode aquel encuentro ha permanecido conmigo durante casi veinte años. Aquel día acababa
de doctorarme en psicología, pero la psicología de entonces prestaba poca o ninguna atención a la forma en
que tienen lugar estas transformaciones.
La ciencia psicológica sabía muy poco —si es que sabía algo— sobre los mecanismos de la emoción.
Y, a pesar de todo, no cabe la menor duda de que el conductor deaquel autobús era el epicentro de una
contagiosa oleada de buenos sentimientos que, a traves de sus pasajeros, se extendía por toda la ciudad.
Aquel conductor era un conciliador nato, una especie de mago que tenía el poder de conjurar el nerviosismo y
el mal humor que atenazaban a sus pasajeros, ablandando y abriendo un poco sus corazones.
Veamos ahora el marcado contraste que nos ofrecenalgunas noticias recogidas en los periódicos de la
última semana:
En una escuela local, un niño de nueve años, aquejado de un acceso de violencia porque unos
compañeros de tercer curso le habían llamado «mocoso», vertió pintura sobre pupitres, ordenadores e
impresoras y destruyó un automóvil que se hallaba estacionado en el aparcamiento.
Ocho jóvenes resultan heridos a causa de un incidenteocurrido cuando una multitud de adolescentes se
apiñaban en la puerta de entrada de un club de rap de Manhattan. El incidente, que se inició con una serie de
empujones, llevó a uno de los implicados a disparar sobre la multitud con un revólver de calibre 38. El
periodista subraya el aumento alarmante de estas reacciones desproporcionadas ante situaciones nimias que
se interpretan como faltas derespeto.
Según un informe, el cincuenta y siete por ciento de los asesinatos de menores de doce años fueron
cometidos por sus padres o padrastros. En casi la mitad de los casos, los padres trataron de justificar su
conducta aduciendo que «lo único que deseaban era castigar al pequeño». Cuya falta, la mayoría de las veces,
había consistido en una «infracción» tan grave como ponerse delante del...
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