Introducción El Declive Del Hombre Público
El declive del hombre público
Traducción de Gerardo Di Masso
EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA
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Título de la edición original: The Fall of Public Man Alfred A. Knopf Nueva York, 1977
Diseño de la colección: Julio Vivas y Estudio A Ilustración: «Marat assassiné», Jacques-Louis David, © Royal Museum of Fine Arts of Belgium,Bruselas. Fotografía de J. Geleyns / www.roscab.be
Primera edición: marzo 2011
© De la traducción, Gerardo Di Masso, 1978 Licencia otorgada por Grup Editorial, 62, S. L. U., Ediciones Península Peu de la Creu, 5 - 08001 Barcelona Email: correu@Grup62.cat Internet: http://www.grup62.cat © Richard Sennett, 1974, 1976 © EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2011 Pedró de la Creu, 58 08034 Barcelona ISBN:978-84-339-6322-2 Depósito Legal: B. 3924-2011 Printed in Spain Liberdúplex, S. L. U., ctra. BV 2249, km 7,4 - Polígono Torrentfondo 08791 Sant Llorenç d’Hortons
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LA AGONÍA DE LO PÚBLICO
a modo de prólogo
La consolidación de una esfera pública frente a otra privada en la vida de las gentes, su clara diferenciación pero mutua dependencia,fue una de las principales conquistas de la civilización moderna. Creó un ámbito de intereses comunes, autoridades compartidas y poderes legítimos, junto a sus espacios, frente a otro perteneciente a cada cual, inviolable, en el que no cabía inmiscuirse. Los orígenes remotos de esa dicotomía se encuentran con diáfana claridad en ese período de borrosas fronteras –y con diversas intensidades segúnel país– que cubre el final de la era feudal y todo el Renacimiento. La distinción alcanza su plenitud con una doble revolución: la política, en su expresión liberal, y la económica en su expresión capitalista. Hoy, ya bien entrado el siglo xxi, seguimos distinguiendo –por lo menos así lo hacen nuestras leyes y constituciones– una esfera privada de otra pública, cada cual con sus derechos y susdeberes, como si de dos compartimentos estancos se tratara. La privacidad es inviolable, por ejemplo, del mismo modo que lo es el derecho a votar o a opinar libremente sobre los asuntos que son públicos. También es inviolable el derecho a actuar separada o conjuntamente sobre aquello que compartimos –el erario público, las actividades del gobierno, los espacios de todos–, siempre dentro del marcoque la ley impone. La nitidez de esta esencial distinción, definitoria sin duda de la civilización propia de las democracias liberales, no suele serlo tanto cuando nos acercamos a ella con tanta curiosidad como espírtu crítico. No sólo es así, sino que lo primero que descubrimos es que la correlación de fuerzas entre ambas esferas varía con el tiempo. O se hace borrosa. También varía el sentidomismo que posee cada una de ellas. La privacidad, el individualismo, la libertad que cada cual posee para cultivar su esfera privada o para violarla –venderla mediáticamente, o hacer de ella espectáculo político, o recurso para acceder al poder, entre muchas posibilidades–,
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han sufrido notables mudanzas. También las ha sufrido el ciudadanocomo miembro de su comunidad política, y más aún la naturaleza de quienes entran en la liza por el poder, ostentan cargos públicos, o influyen sobre una esfera pública cuyos rasgos quedan mucho más difuminados de lo que la ideología formal del presente suele admitir. La detección y análisis de un proceso evolutivo notable en este terreno tiene ya una larga historia en el pensamiento social.Tanto, que apenas logrado el advenimiento de las libertades instauradas por las primeras revoluciones liberales –la americana y la francesa, a fines del siglo xviii– surgieron meditaciones, hoy clásicas, en torno a la libertad de los ciudadanos, sus nuevas responsabilidades, y sobre las fuerzas que paradójicamente socavaban las nuevas capacidades adquiridas por el ciudadano en democracia. Los nombres...
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