Investigacion
Pero en cambio, había uno queme enojaba: Quinito. Era al que siempre le tocaban los palos, las caídas, las bofetadas, los pastelazos. Y mientras me reía yo con el otro payaso, aQuinito ni lo tomaba en cuenta. Lo creía idiota.
Un día, cuando entrabamos al circo, vi a un señor como otro cualquiera; creí que era un espectador más, hastaque papa me dijo: Mira quien va allí; es Quinito. Y entonces, desprecié a aquel hombre que, siendo como todos, se prestaba a hacer el idiota en la pista.Pero cuando llegó el número de los payasos, me di cuenta de que, sin Quinito las cosas no hubieran funcionando, ni nadie se hubiera reído. El payasoprincipal se llevaba las risas, y Quinito las bofetadas, pero sin Quinito no habría risas.
Y me sentí culpable de mi desprecio, y amé profundamente aaquel hombre que se borraba ante el otro, que se humillaba ante todos, que se prestaba a ser despreciado con tal de hacer brotar las risas de las bocasinfantiles. Y sentí también que esas risas eran el mejor homenaje, que aun sin saberlo, hacíamos los niños a aquel que se sacrificaba por nosotros en esa forma.Y entonces quise ser como el: llevar alegría a mi alrededor, sin que nadie supiera lo que pasaba aquí dentro, sin que nadie, nunca, me compadeciera,porque si me compadecían, ya no iban a reírse. Y yo quiero que todos se rían, que todos estén alegres, porque la alegría es don divino, y fuerza de Dios.
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