Juana Maria

Páginas: 12 (2903 palabras) Publicado: 16 de junio de 2014
Economía: Resumen Texto Enrique Cantolla Introducción Durante 5 siglos ha habido un progreso sistemático del desarrollo de las doctrinas económicas. Cambio en la sociedad, desde la edad media hasta hoy. Continuidad en el pensamiento económico. I Pensamiento Económico es...

tema y me concentré en las vitrinas; caché, por ejemplo, que las poleras O'Brian se vendenen todas partes. Me sentí másseguro.Después de andar varias cuadras así en la más lenta, sin alterarme porque estaba sudando ytodo eso, llegué a una plaza que marca el inicio de Ipanema, que es como el barrio bohemiode Rio y está lleno de librerías y boutiques y bares muy chicos y caros.

A la Cassia le gusta Ipanema y esa plaza donde los hippies venden artesanía, recuerdos,pinzas para, joínts, aros, las mismas cosas quevenden los artesa a la entrada de la QuintaVergara en Viña, excepto, claro, las típicas chombas chilotas o esos espantosos posters dela Violeta Parra. Aquí he conocido cierta gente, amigos de la Cassia, onda universitaria,humanista, izquierdosa, que se junta a tomar cachaza con jugo de maracuyá y a escuchar unos cassettes de la Mercedes Sosa o la Joan Baez, que es como peor. La Cassia les dijoque yoera chileno y los tipos dieron un salto, animándose: y que Pinochet y la dictadura, yque compañero-hermano, yo conocí a unos chilenos de Conce, exiliados, y luego uno o dospoemas de Neruda en portugués, que Figuei-redo, o estos milicos hijos de puta que jodierona todo el continente... Yo callado, jugándome al tipo buena onda, claro, de acuerdo, tudobem, legal.
Me apesta este tipo deconversaciones. Los tipos parecían californianos pero pensaban como rusos yeso era sospechoso. Uno de ellos, polera Che Guevara (yo, saco de huevas, pregunté quién era), nosinvitó a todos a Niteroi a escuchar a un panameño sedicioso que tocaba canciones de SilvioRodríguez. La empleada de mi casa, que está por el NO en el plebiscito, escucha Ojalá y otrascanciones en castellano; intuí, por lo tanto, lo que mepodía esperar. A la Cassia, eso sí, le parecíaatractivo. Se rumoreaba que tal vez iría Chico Buarque; se suponía que era un recital clandestino,contra Figuei-redo, contra Stroessner y Videla, contra Pinochet, hermano. El que lo dijo levantó elpuño izquierdo. Yo le dije a la Cassia que ni en broma, que para ver comunistas prefería el KaféUlm en Santiago. No, no era mi onda, no tenía nada contra esetipo de gente, pero qué pasaba sillegaba la policía y me deportaban, media ni qué cagada que se desataría en Chile, me echarían de lacasa y bye bye, my Ufe, goodbye. Ella me encontró razón y terminamos juntos en la arena, mirandolas luces, atracando de lo lindo. Después la llevé al hotel, pero nos cachó mi profesora jefe y la muymaraca no la dejó entrar. La Cassia me dijo que no importaba, queigual era tarde, que debía irse.Yo me ofrecí a ir a dejarla. Ella dijo obrigada, puedo irme sola y desapareció.
Después de verla subir al bus, me refugié en una de las tantas pizzerías que hay junto a laplaya, en plena Avenida Atlántica. Pedí una pizza tropical y cerveza. Allí me entretuveviendo pasar a los turistas. Poco después un negro con sombrero de paja y dientes de sobrase mandó un ferozvolón con sus tumbadoras ambulantes. Ahora que lo pienso, ahora queestoy en la arena, solo, esperándola, compruebo que esa noche fue la primera vez que fui aun restaurante solo. Nunca tan terrible, claro, pero igual raro.Después me fui al hotel, a mi pieza, repleta de huevones durmiendo, roncando, máshediondos que la cresta. Cox se despertó y me empezó a contar de una boíte donde habíaunas mulatasincreíbles, pero costaban no sé cuántos miles de cruzeiros, y a treinta y nuevepesos el dólar, eso es mucha plata, compadre. Me empeloté, me metí a la cama y comencé aenumerar mentalmente las calles de Rio que conocía, hasta que el sueño me ganó. Al otro

extremo de la pieza, en tanto, Cox se corría la paja: su cama crujía levemente, como

para no despertar al resto. Seguro que todos igual...
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