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er alabanza ni vituperio; estánconfundidas entre el perverso coro de los ángeles
que no fueron rebeldes ni fieles a Dios, sino que sólo vivieron para sí36. El Cielo los lanzó
de su seno por no sermenos hermoso, pero el profundo Infierno no quiere recibirlos por la
gloria que podrían reportar a los demás culpables37
.
Y yo repuse:
—Maestro, ¿quécruel dolor les hace lamentarse tanto?
A lo que me contestó:
—Te lo diré brevemente. Éstos no esperan morir y su ceguera es tanta que se
muestranenvidiosos de cualquier otra suerte. El mundo no conserva ningún recuerdo
suyo y tanto la misericordia como la justicia los desprecian. Pero no hablemos deellos,
sino míralos y pasa adelante38
.
Y yo, fijándome más, vi una bandera que iba ondeando tan de prisa que parecía
desdeñosa del menor reposo; tras ellavenía tanta muchedumbre que no hubiera creído
que la muerte hubiera destruido a tan gran número. Después de haber reconocido a
algunos miré más fijamente yvi la sombra de aquel que por cobardía hizo la gran
renuncia39. Comprendí inmediatamente y adquirí la certeza de que aquella turba era la de
los ruines quese hicieron desagradables a los ojos de Dios y a los de sus enemigos.
Aquellos desgraciados, que no supieron vivir nunca, estaban desnudos y eranmolestados
sin tregua por las picaduras de las moscas y avispas que por allí había40, las cuales
hacían correr por sus rostros la sangre que mezclada con sus lágrim
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