La Canción del Peregrino

La Canción del Peregrino
28 de junio del 2012. 6:34 pm.
Me encuentro en el café Reval, a dos calles de la Academia Estonia de Música. Frente a mí, un muchacho alemán de 17 años con actitud relajada y mirada perdida. Sobre la mesa, un periódico, un café y un tulipán morado intenso. A mi izquierda una mujer de cabello corto y oscuro y un par de ojos sumamente expresivos. Ella habla con calma ygesticula con sus manos delicadamente. Describe su proceso de composición como algo orgánico, vegetal, como un árbol, algo que vive y crece. Absorto en sus palabras, no puedo evitar pensar en lo mucho que se parece a su hija.
La mujer es Helena Tulve, prestigiada compositora estonia, única estudiante del maestro Erkki-Sven Tüür, ganadora del Rostrum de compositores de la UNESCO, y, por azaresdel destino, madre de mi amiga Eliann. El muchacho sentado frente a mí, mi amigo Moritz, espera paciente y silenciosamente mientras la maestra y yo conversamos. Al tomar el tema de mi inminente regreso a México, Helena comenta que la Orquesta de Cámara de Tallinn y el Coro Filarmónico de Estonia estarán a finales de octubre en la Ciudad de México para ofrecer un concierto en honor de Arvo Pärtcontando con su presencia. Arvo Pärt. En México. “Deberías ir como traductor” Sugiere Helena.

Alrededor de dos años antes Arvo Pärt fue mi razón y justificación para emprender un viaje de estudios a la capital Estonia, tierra de Pärt. Poco o nada sabía yo de este país olvidado, excepto que produjo a un compositor extraordinario, una persona capaz de transmitir la fe más pura y conmovedora a travésde su música, un hombre que podía darle sentido al mundo con un solo acorde.
Tenía tal vez 16 años cuando escuché su obra por vez primera. Recuerdo que fue una grabación de “Fratres” para violín, orquesta y percusión con Gidon Kremer como solista. Atrapado en el minimalismo de Glass, Reich y Adams, mi encuentro con Pärt fue una liberación, una clarificación. La simplicidad del estonio,radicalmente diferente a la de sus colegas americanos, poseía en sí misma una oposición, a primera oída una lucha, que con las consecuentes audiciones y bajo la atención adecuada se mostró finalmente como un diálogo profundo, un universo de luz y sombras, contrarios que forman un todo; dos voces que por momentos discuten pero que en el fondo tratan de llegar a un acuerdo; no un dualismo absoluto per se, noes el ying y el yang, o el bien y el mal, masculino y femenino, sino algo más allá, ni negro ni blanco, más bien dos interlocutores que se mueven por toda la escala de grises: Dios y el hombre. Lo que los une, lo que los separa. Para mí, la obra de Pärt es esencialmente una dialéctica de la fe, fe expresada íntima e individualmente, en el corazón de cada uno de los hombres y en su relación con ladivinidad, sin intermediarios ni confesores, sólo el silencio y la voz.
No es mi labor aquí reseñar el valor estético de la obra Pärtiana, tampoco ofrecer un tratado sobre su método composicional –el tintinabulli sigue siendo tan claro y a la vez tan misterioso para mí como lo será para cualquier otro-. Mi intención es simplemente compartir el valor de este hombre en mis años de vida másrecientes, así como la innegable influencia que tendrá en los futuros.
Así pues, el 15 de agosto del 2011 partí hacia la ciudad de Tallinn, capital de Estonia, en un programa de estudios de intercambio en música.
Hospedado por una familia estonia voluntaria, los Keerd, y sin tener conocimiento del idioma más allá del “hola”, “adiós”, “por favor” y “gracias”, comencé mi vida estonia y mi búsqueda dePärt.
Pasadas dos semanas desde mi llegada, Marko (mi papá estonio) y yo asistimos a una función de cine con música de Arvo Pärt en una iglesia en el centro de la ciudad. Fue mientras cruzaba el umbral del templo que me encontré con Pärt en persona. Ahí estaba el Maestro, tímido y callado, casi escondiéndose tras la puerta, con sus manos juntas a la altura de su barba, como en oración...