LA CASA GRIS CANELA
Canela
S
er cartero no es tan fácil; por empezar no hay que
tener pie plano, es lo primero que los compañeros te
dicen al entrar, porque, eso sí, los carteros son solidarios,
todos son consejos y buenas intenciones siempre y cuan“La casa gris” de Canela.
En Marisa que borra, Editorial Sudamericana, 1990.
© Canela
do uno no se meta en la zona del otro.
Me parece que pasaron milaños desde aquella mañana en la que me entregaron el "paquete" con las cartas de
Ilustraciones: marumont
Diseño de tapa y colección: Plan Lectura 2008
Colección: “Escritores en escuelas”
mi zona, ordenadas por calles y por altura. Yo era nuevo,
así que tuve que manejarme con una especie de plano que
había dibujado con lápiz la noche anterior. No voy a
negar que estaba un poco nervioso, me sudabanlas palmas de las manos de sólo pensar que me podía equivocar
de puerta o de destinatario. O, peor todavía, que me iba a
perder en el laberinto de calles que es Buenos Aires.
Nunca me perdí. Al contrario, en poco tiempo orienta-
Ministerio de Educación
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Unidad de Programas Especiales
Plan Lectura 2008
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República Argentina, 2008
ba a los despistados que querían saber dónde quedaba
Bogotá, la calle que siempre confundían con Bacacay, la
de al lado, o buscaban Fray Luis Beltrán, una cortada de
escribo esta historia. Una historia
tres cuadras que atraviesa las vías del tren.
que nadie va a creer pero que es la
Al cabo de un tiempo no sóloconocía todos los veri-
causa de todos mis males. Aunque
cuetos del barrio de Flores, sino también todas sus histo-
en el lugar que estoy ahora me tra-
rias. Historias de buenos y malos vecinos, se entiende.
tan muy bien. No me quejo.
A mi nariz le gustaba el barrio, el aroma del pan recién
Como decía, conocía bien el
horneado bien temprano, en la esquina donde estaba la
barrio. Cada casa,cada puerta. Me
panadería “La Preferida” justo cuando empezaba mi reco-
enteraba de los cambios antes que
rrido, el aroma de los tilos que en primavera perfumaban
nadie. Nacimientos, muertes, mudanzas.
el aire y hasta el olor a pis de gato que salía en vaharadas
Me intrigaban las casas abandonadas, con puertas que
de las casitas estilo inglés, donde en general había gente
un día secerraron y que no abría nadie. A una de esas
vieja y helechos gigantes que crecían al amparo de la
casas llegó una carta. Yo sabía que el dueño, un hombre
humedad de los pinos.
solo y huraño, había partido de viaje y había muerto lejos.
En esas casas tenía que ser paciente, las dueñas salían
La casa estaba en juicio de sucesión. De esos que
refunfuñando envueltas en rotosos saltos de cama y enduran años. Era una casa grande y gris, con molduras de
chancletas, entre gatos que maullaban y saltaba alrededor
cemento y rejas de hierro forjado en las ventanas. Tenía la
de ellas. Paciencia a mí me sobraba y curiosidad también;
pintura descascarada y una rajadura que le cruzaba el
solía quedarme parado en la vereda cuando alguien reci-
frente en la parte alta. Por la rajadura asomaba unarbusto
bía una carta muy esperada. Se notaba enseguida, la abrí-
retorcido y raquítico que crecía con la mitad de las raíces
an delante de mí y empezaban a leer; por la expresión de
al aire.
la cara yo podía saber si eran buenas noticias o si el destinatario necesitaba consuelo.
Sentía algo raro, un toque de zozobra, cuando me acercaba a ese lugar; tanto que prefería cruzar la calle y pasarTenía lo que se dice vocación para el oficio. Habría
por la vereda de enfrente. Se imaginan qué extraño me
seguido siendo cartero toda la vida si no hubiera perdido
resultó ese sobre con la dirección de la casa (que no con-
el habla.
signo aquí por discreción). Lo miré del derecho y del
Desde entonces escribo. Pero es la primera vez que
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revés, lo miré al trasluz para ver si se trataba...
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