La ciudadela

Páginas: 536 (133870 palabras) Publicado: 19 de mayo de 2013

—¡Oh! Yo me llamo Tomás. Suelen decirme “el viejo Tomás”. Aquí tengo el coche. Suba... a menos que prefiera nadar. Manson introdujo su maleta y trepó al desvencijado cochecito, tirado por un caballo negro, grande y huesudo. Tomás lo siguió, empuñó las riendas y estimuló al animal. —¡Vamos, Taffy! — exclamó. Partieron al través de la población que, pese al propósito de Andrés de darse cuenta desu trazado, debido a la fuerte lluvia sólo dejaba ver un confuso agrupamiento de casas alineadas bajo las altas y siempre presentes montañas. Durante varios minutos el viejo cochero no pronunció una palabra, sino que siguió dirigiendo miradas pesimistas a Andrés, por debajo del ala de su sombrero que chorreaba. No se parecía en absoluto al gigante cochero de un médico afortunado, sino que, por elcontrario, hallábase desaliñado y desaseado, y durante todo el tiempo despedía un peculiar y penetrante olor a establo. Dijo por fin: —Acaba de obtener su título, ¿eh? Andrés asintió con una inclinación de cabeza. —Lo sabía. —El viejo Tomás escupió. Su triunfo lo puso más gravemente comunicativo—. El último ayudante se fue hace diez días. Casi todos ellos prefieren irse. —¿Por qué? — Andréssonrió a pesar de su nerviosidad. —Me parece que para uno solo el trabajo es excesivo. —¿Y para dos? —Usted verá. —Un instante después, del mismo modo que un guía pudiera indicar una hermosa catedral, Tomás levantó el látigo y señaló al extremo de una hilera de casas donde, desde una pequeña puerta iluminada, salía una nube de vapor—. Vea. Aquí está la señora y mi casita. Ella recibe la ropa para ellavado. —Una secreta complacencia le hizo encoger el largo labio superior—. Quizá pronto necesite conocerla. Allí terminaba la calle principal. Doblando por un corto y accidentado camino lateral, atravesaron un terreno baldío y penetraron en la estrecha cochera de una casa aislada de las hileras restantes, detrás de un fresno achaparrado. Sobre la puerta leíase la palabra Bryngower. —Hemos llegado —dijo Tomás, deteniendo el caballo. Andrés descendió. Instantes después, mientras se preparaba a hacer su entrada, la puerta delantera se abrió de repente y fue efusivamente saludado en el hall iluminado, por una mujer alta, enjuta y sonriente, de unos cincuenta años, rostro sereno y claros ojos azules. —Bien, bien. Debe ser el doctor Manson. Adelante, por favor, 


adelante. Yo soy la hermanadel doctor, la señorita Page. Espero que no haya tenido un viaje desagradable. Me alegro de verlo. He estado casi fuera de mí desde que nos dejó ese terrible mozalbete que tuvimos últimamente. Debiera haberlo visto. Sin duda, era despierto como he conocido pocos. ¡Oh!, pero no importa. Ahora que se encuentra usted aquí, todo está muy bien. Adelante, yo misma le mostraré su cuarto. La habitación deAndrés, ubicada en los altos, era un pequeño ambiente, provisto de una cama de bronce, una cómoda barnizada de color amarillo y una mesa de bambú con una palangana y una jarra. Mirando en torno, mientras los claros ojos azules de ella inquinan en su rostro, dijo con angustiada cortesía: —Parece muy cómodo, señorita Page. —Si, en verdad. —Ella sonrió y le golpeó maternalmente en la espalda—. Estoysegura de que se hará famoso aquí. Tráteme usted amablemente y yo lo trataré amablemente. No puedo hablarle más francamente, ¿verdad? Venga ahora a conocer al doctor Page. —Hizo una pausa, interrogándolo con la mirada y esforzándose por ser espontánea—. No sé si se lo decía en mi carta, pero..., en realidad, el doctor no ha estado muy bien últimamente. Andrés la miró con súbita sorpresa. —¡Oh!, noes nada grave —añadió rápidamente, antes de que él pudiera hablar—. Ha estado en cama unas semanas. Pero pronto estará muy bien. No se engañe al respecto. La siguió perplejo hasta el fin del pasadizo, donde abrió una puerta, exclamando alegremente: —Aquí está el doctor Manson, Eduardo; nuestro nuevo ayudante. Viene a saludarte. Mientras Andrés penetraba en la habitación, un largo dormitorio...
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