La civilización del espectaculo

Después de leer esta recopilación de artículos queda claro que para Vargas Llosa hemos ido a peor en los últimos años, al menos en el terreno cultural.

Según su tesis, el desarrollo tecnológico yel acceso generalizado a la educación ha convertido la cultura en un producto de consumo fácil, algo que distorsiona el valor de la alta cultura, esa que antes quedaba reservada para unos pocosprivilegiados y que ahora -según él- cada vez pinta menos.

Se menciona la lectura de textos digitales poco cuidados y de best seller como contraposición a la literatura de calidad; de noticias chismosasen lugar de artículos con análisis profundos sobre los hechos. Incluso el e-reader (que no pasa de ser una herramienta más para facilitar la lectura de libros, con sus ventajas y sus inconvenientes)es visto con desconfianza. Imagino que tampoco deberían faltar en este “basurero” los conciertos al aire libre que sacan la batuta de su entorno natural (los teatros más nobles y caros) y lasexposiciones itinerantes de artistas archiconocidos, pensadas ex profeso para turistas y público ocioso de fin de semana.

Vale, hemos entendido a Vargas Llosa. Él mismo se define en algún momento comodinosaurio, o sea: intelectual perteneciente a una élite cultural, hoy en extinción, que tuvo su época gloriosa en tiempos en los que el conocimiento era cosa de muy pocos y dependía de los votos de esospocos para autoreproducirse. Esto se parece bastante a la cultura monacal de la Edad Media, que no por casualidad es citada en tono elogioso en alguno de esos artículos.

Pero esta crítica a lademocratización de la cultura suena en ocasiones superficial y poco objetiva, como cuando pasa de puntillas sobre el papel que juega el mercado en el proceso simplificador de los productos artísticos.En el sector cultural (lo que incluye también la industria del entretenimiento) se pone a disposición del público lo que el mercado percibe en cada momento que es rentable vender. Si se consume...