La Gu A De Recetas Del Cervecero Casero 03
Bitters, Pale Ales, y otras Ales
regionales
De
John Barleycorn
por Jack London 1
Yo tenía cinco años la primera vez que me emborraché. Era un día caluroso y mi
padre araba en el campo. Me enviaron desde la casa, a media milla de distancia, para
llevarle un cubo de cerveza. Y asegúrate de que no se derrame, fue el requerimiento de
despedida.
Fue, como lo recordaba, un tarro de manteca de cerdo, muy amplio en la parte
superior, y sin tapa. Como caminaba tambaleándome, la cerveza rebasó el borde y se
derramó sobre mis piernas. Y mientras tambaleaba, reflexioné. La cerveza era una cosa
muy preciada. Ahora que lo pienso respecto a ella, debe ser maravillosamente buena. ¿Además por qué no me permitían beber de ella en la casa? Otras cosas que me impedían
los adultos yo las había encontrado buenas. Entonces esto también era bueno. Confié en
los adultos. Ellos lo sabían. Y, de todos modos, el cubo estaba demasiado lleno. Lo estaba
vaciando contra mis piernas y se derramaba en el suelo. ¿Por qué desperdiciarlo? Y nadie sabría si lo había bebido o se había derramado.
Yo era tan pequeño que, para salvar el cubo, me senté y lo recogí en mi regazo.
Primero tomé un sorbo de la espuma. Estaba decepcionado. La preciosidad me evadió.
Evidentemente no residía en la espuma. Además, el sabor no era bueno. Entonces me
acordé que veía a los adultos soplando la espuma antes de beberla. Enterré mi cara en la
espuma y lamí el líquido sólido que estaba por debajo. No era bueno en absoluto. Pero
1
Nota del traductor:
John Barleycorn (Juan Grano de cebada) es el retrato que presenta Jack London
de quien fue su compañero y demonio particular a lo largo de su vida: John Barleycorn, es decir, el alcohol.
Contradictorio y emotivo, como el autor, John Barleycorn (escrito poco antes de su muerte) es el relato
autobiográfico de las vivencias y aventuras de London, pero desde el punto de vista de su relación con el
alcohol: una relación que se estableció en los días de su juventud callejera y vagabunda alrededor de las
tabernas y en compañía de los rudos hombres de Oakland, y que le acompañó a lo largo y ancho de su
peregrinaje por el mundo, hasta el día de su muerte, el miércoles 22 de noviembre de 1916, a consecuencia de
sus grandes excesos con John Barleycorn y con la vida.
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aún así me lo tomé. Los adultos sabían de qué se trataba. Considerando mi pequeñez, el tamaño de la cubeta en mi regazo y mi forma de beberla con mi respiración contenida y mi
rostro hundido hasta las orejas en la espuma, fue bastante difícil estimar lo mucho que
bebí. Además lo estaba tragando como la medicina, con náuseas y a toda prisa para
superar la prueba.
Me estremecí cuando comencé y decidí que el buen gusto vendría después. Intenté
varias veces más en el transcurso de esa larga media milla. Entonces, asombrado por la
cantidad de cerveza que le faltaba, y recordando haber visto la cerveza viciada hecha de
espuma fresca, tomé un palo y agité lo que quedaba hasta que levantó espuma hasta el
borde.
Y mi padre nunca se dio cuenta. Vació el cubo con la gran sed del labrador
sudoroso, me la devolvió y puso en marcha el arado. Traté de caminar al lado de los
caballos. Recuerdo tambalear y caer contra sus talones frente a la brillante reja del arado,
y a mi padre que tiró de las riendas con tanta violencia que por poco los caballos no se
sentaron encima de mí. Luego me dijo que fue sólo una cuestión de pulgadas que escapé
de ser ...
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