La Hija De La Noche

Libro de Rich Castle.

A Roy Montgomery, de la Policía de Nueva York.
Él fue un apoyo y me enseñó todo lo que necesitaba saber
sobre valentía y carácter.
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La cosa sobre Nueva York es que nunca sabes que hay detrás
de una puerta. La Detective de Homicidios Nikki Heat pensó
sobre eso como hacía tantas veces mientras aparcaba su Crown

sobre eso como hacía tantas veces mientras aparcabasu Crown
Victoria, miraba a la policía circular lentamente y las luces de las
ambulancias pintaban los almacenes de enfrente entre la 74 con
Amsterdam. Ella sabía, por ejemplo, que la sencilla puerta de la
tienda de vino albergaba dentro una cueva de imitación en tonos
claros de beige y terracota con botellas apiladas en muros de
moda de piedras de río importadas desde Francia. Al otro ladode la calle, la puerta de lo que una vez había sido un banco de la
época en la que se aceptaban los recibos de depósito fijo daba a
unas escaleras en espiral que bajaban a una gran variedad de
jaulas de bateo de techo bajo que se llenaba entre aspirantes la
Liga Mayor de Béisbol y fiestas de cumpleaños los fines de
semana por la tarde. Pero en esa mañana, justo después de las 4
de lamadrugada, la más indescriptible de todas las puertas, la
única sin lustre que no tenía ni una señal, simplemente un número
de calle encima de la puerta en oro y aluminio negro clavado
encima de una tienda de ferretería, seguiría a otra con los más
inesperados interiores de la gran manzana.
Un policía uniformado estaba enfrente de la puerta
manteniéndose alerta, silueteado por la luz de trabajo dela
Unidad de la Escena del Crimen que transformó el cristal de
vidrio lechoso en el cegador portal de Encuentros en la

vidrio lechoso en el cegador portal de Encuentros en la
Tercera Fase . Nikki podía ver su respiración a 38 metros de
distancia.
Ella salió y aunque el aire le entrara por la nariz y le hiciera los
ojos llorosos, Nikki no se abrochó el abrigo para remediarlo. De
hecho,se había aficionado a tenerlo abierto con el dorso de la
mano por rutina, estando segura de que así la tenía libre para el
acceso a la pistola Sig Sauer que había debajo. Y después, con
el frío que tenía, la policía de homicidios se paró y se quedó de
pie para realizar su siguiente ritual: una pausa para honrar la
muerte que estaba a punto de conocer. Ese pequeño, tranquilo,
privado momentoque vivía como un intervalo ceremonioso que
Nikki Heat se exigía cuando llegaba a una escena del crimen. Su
propósito era simple. Reafirmar que, víctima o villano, el cadáver
que esperaba era humano y merecía ser respetado y tratado
individualmente, no como el siguiente número a contar. Nikki
respiró lentamente y el aire le recordó al mismo que el de esa
noche de hace una década, la nocheanterior al día de Acción de
Gracias, cuando ella estaba en casa por vacaciones de la
universidad y su madre fue brutalmente apuñalada hasta la
muerte y dejada en el suelo de la cocina. Cerró los ojos para su
Momento.

“¿Algo va mal, detective?” El momento se fue. Heat se giró. Un
taxi se paró en un stop y sus pasajeros se estaban dirigiendo a
ella desde las ventanas de sus asientostraseros. Ella lo
reconoció tanto como al conductor y les sonrió.
“No, Randy, estoy bien” Heat salió del coche y estrechó la
mano con el detective Randall Feller. “¿Te sigues manteniendo
fuera de los problemas?”
“Espero que no,” dijo con la risa que siempre le recordaba a Jon
Candy. “Recuerdas a Dutch,” dijo él, inclinando la cabeza hacia
el Detective Van Meter, sentado enfrente del asiento delconductor. Feller y Van Meter trabajaban infiltrados en el
pelotón de Taxis de la Policía de Nueva York, un destacamento
especial anti-crimen sacado de la División de Operaciones
Especiales que circulaban por las calles de Nueva York con los
coches pintados como los típicos taxis amarillos. Las ropas de
paisano de este Pelotón de Taxi tenían un pie en la vieja escuela.
Ellos estaban tan...