la historia de eros y psique
HISTORIAS
Había en una ciudad un rey y una reina que tenían tres hijas. Las dos mayores, aunque
hermosas y bien proporcionadas, no resistían la comparación con la más joven, cuya belleza
sobrepasaba la elocuencia humana .
en el siglo II. Es una historia dentro de otra: el relato que una anciana cuenta a una joven
secuestrada por unos ladrones, mientras espera su liberación. Este cuento ha inspirado a
multitud de artistas de todos los tiempos, pinchad aquí y veréis algunas de las obras más conocidas.
No dejéis de leer este relato. En él aprenderéis que cuando se unen
), cuando sintonizan la razón y el sentimiento, sólo cabe un final.
hermosas y bien proporcionadas, no resistían la comparación con la más joven, cuya belleza
sobrepasaba la elocuencia humana. Tanto es así que era adorada como Venus humana no sólo
por sus conciudadanos sino también por cuanto forastero llegaba a la ciudad atraído por su
fama.
Esta reputación se extendió más allá de las islas y de las provincias próximas, y al poco
tiempo nadie navegaba a Pafos, ni a Gnido, ni siquiera a Citerea para contemplar a la
verdadera diosa Venus. Así sus sacrificios se fueron espaciando; sus templos deteriorando; sus
lechos sagrados, olvidando; su culto, descuidando; y sus estatuas sin coronas y sus aras sin
cenizas eran mancilladas. En cambio, a la muchacha se dirigían plegarias, se la honraba a su
paso con flores, sueltas o en guirnaldas, por ella se juraba y en los banquetes se brindaba por
ella.
Esta usurpación de las horas divinas incendió el ánimo de Venus.
-‐¡He aquí que a mí, la madre de toda la naturaleza, el origen de los elementos, el alma del
orbe entero, una muchachita-‐ rugía Venus desde el alto Olimpo agitando su cabellera-‐ me
arrebata no sólo mis honores sino incluso mi nombre! En vano el pastor aquel me señaló como
la más bella de las diosas. Pero no ha de durar mucho el gozo de esta usurpadora: yo haré que
se arrepienta de su ilícita belleza!
Llamó a su hijo alado, el que, travieso y de malas costumbres, se mete de noche con sus
antorchas y sus flechas por cualquier casa y no hace más que corromper matrimonios y otras
maldades semejantes. Apelando a su condición filial, lo incitó y exhortó a que visitara a Psique
pues así se llamaba la muchacha-‐ y la enamorase del más feo, cruel y pésimo de los hombres,
de modo que no pudiera encontrar en todo el mundo a nadie comparable en desdichas con
ella.
No hubo de insistir mucho, pues Cupido era de carácter demasiado procaz como para no
aceptar el encargo con entusiasmo.
Entre tanto Psique no obtenía ningún beneficio de su belleza: todos la contemplaban, todos
la admiraban, todos la ensalzaban, pero nadie, ni rey, ni de estirpe regia, ni siquiera de la
plebe, la pedía en matrimonio. Ciertamente era admirado su aspecto divino, pero como se
admira una estatua artísticamente modelada. En cambio, sus hermanas, cuya discreta belleza ...
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