La hora del angel

Páginas: 223 (55666 palabras) Publicado: 7 de noviembre de 2013
LA HORA DEL ANGEL
ANNE RICE

Dedico esta novela a Christopher Rice,
Karen O’Brien, Sue Tebbe y Becket Ghioto,
y a la memoria de mi hermana,
Alice O’Brien Borchardt

Guardaos de despreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus
ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos.
Mateo, 18:10
Del mismo modo, os digo, se alegran losángeles de Dios por un solo pecador que
se convierta.
Lucas, 15:10
Que Él dará orden sobre ti a sus ángeles
de guardarte en todos tus caminos.
Te llevarán ellos en sus manos,
para que en piedra no tropiece tu pie.
Salmo 91:11-12

1
Sombras de desesperación
Hubo presagios funestos desde el principio.
Lo primero, yo no quería hacer un trabajo en la Posada de la Misión. Estaba
dispuesto acumplir en cualquier otro lugar, pero no en la Posada de la Misión. Y en la
suite nupcial además, precisamente en esa habitación, mi habitación. Mala suerte, peor
que mala, pensé.
Desde luego, mi jefe, el Hombre Justo, no tenía forma de saber, cuando me asignó
el encargo, que la Posada de la Misión era el lugar adonde iba cuando no quería ser Lucky
el Zorro, cuando no quería ser su sicario.
LaPosada de la Misión formaba parte del minúsculo mundo en el que yo no
llevaba disfraz. Cuando estaba allí era sencillamente yo mismo, metro noventa y cinco de
estatura, cabello rubio corto, ojos grises..., una persona similar a tantas otras que no se
parecía a nadie en particular. Cuando estaba allí no me molestaba en alterar el tono de
voz ni llevaba las gafas de sol de rigor que ocultaban miidentidad en cualquier lugar que
no fuese el apartamento y el barrio donde vivía.
Sólo era quien soy cuando iba allí, aunque en realidad no era nadie salvo el
hombre que llevaba todos esos complicados disfraces cuando hacía lo que el Hombre
Justo me había encargado que hiciese.
De modo que la Posada de la Misión me pertenecía, constituía el signo de lo que
yo era, y lo mismo ocurría con lasuite nupcial, llamada suite Amistad, bajo la cúpula. Y
ahora me pedían que quemara aquel lugar. No para nadie en particular, a excepción de mí
mismo, claro. Yo nunca habría hecho nada que pudiese perjudicar a la Posada de la
Misión.
Era una tarta gigantesca, una quimera en forma de edificio donde solía refugiarme.
Un lugar extravagante y laberíntico que abarcaba dos manzanas de la ciudad y enel que
yo pretendía, durante uno, dos o tres días, que no me buscaran ni el FBI, ni la Interpol, ni
el Hombre Justo. Un lugar en el que podía perderme y, de paso, perder mi conciencia.
Hacía mucho tiempo que Europa se había convertido en peligrosa para mí a causa
del aumento de la seguridad en todos los controles y el hecho de que los organismos
policiales que soñaban con atraparme habíandecidido que yo estaba implicado en todos
los asesinatos sin resolver que guardaban en sus archivos.
Si me apetecía encontrar la atmósfera que tanto amaba en Siena o en Asís, o en
Viena o Praga, o en todos los demás lugares que ya no podía visitar, me iba a la Posada de
la Misión. No era ninguno de aquellos lugares, es cierto, pero me proporcionaba un
refugio único y me restituía con espíriturenovado a mi mundo estéril.

No se trataba del único lugar donde yo no era nadie en absoluto, pero sí del mejor,
y también el que visitaba con mayor frecuencia.
La Posada de la Misión no estaba lejos de donde yo «vivía», por decirlo de algún
modo. Y solía acudir allí, como llevado por un impulso, en cualquier momento en que
pudieran darme mi suite. Me gustaban mucho las demás habitaciones,en particular la
suite del Posadero, pero valía la pena ser paciente y esperar a que la suite Amistad
estuviera libre. A veces me llamaban a uno de mis muchos teléfonos móviles para
informarme de que la suite estaba libre para mí.
En ocasiones pasaba una semana entera en la Posada de la Misión. Llevaba
conmigo el laúd y me entretenía tocándolo. Y siempre tenía un montón de libros para...
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