La manigiua: cuento

LA TIMBA
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Cuento René Labarca

Dedicado a doña Eulalia Rodríguez Ortiz que hasta hoy sigue luchando ¡Y cómo lucha!


La timba es un cuento familiar costumbrista. Corresponde a lo que normalmente se conoce como una historia oral. Un juego de dados —la timba—entre amigos, en alguna parte de Puerto Rico a fines de la década de 1930, es el escenario que sirve paranarrar una historia en la cual se mezclan la violencia, la ambición y el amor.

 
René L. Labarca Bonnet
Cuento
¡La timba estaba prendida en candela! Los siete hombres llevaban cuatro horas jugando y la noche había caído hacía dos. Entre juramentos, tragos y un abundante humo de tabaco, los topos pasaban de mano en mano lo mismo que el dinero. No había una línea fija ni martingala quevaliera; ahora ganaba Juan “el Manco” y perdía Hermógenes, Tomás y los demás. Luego el dinero mutaba a las manos de Hermógenes y perdían los otros. El ánimo no era malo, pero el ambiente hacía rato que había comenzado a enrarecerse.
Al único al que la suerte parecía haber abandonado permanentemente era a Jacinto. En esta ocasión el guapo trigueño se había preparado con esmero y abrigaba una granesperanza de ganar mucho dinero aquella noche. Luego de una larga siesta, se había dado un buen baño en el río y se había endilgado los pantalones almidonados y una camisa nueva. Como era su costumbre, especialmente en días en que había juego, iba vestido todo de blanco. Cargaba en el bolsillo de la camisa dos Coronas Don Collins que había comprado en Comerío durante su último viaje al viejo pueblo de laSabana del Palmar. Uno de los cigarros lo prendería antes de llegar a la timba para llamar a la suerte y hacer fieros frente a los amigos; el otro de regreso a su casa con los bolsillos llenos. Pero la suerte esquiva parecía haberse empecinado en su contra ¡Mano iba, mano venía y Jacinto no veía ni una!
Cuando los chavos en el bolsillo comenzaban a disminuir y su ansiedad empezaba a aumentar,los topos volvieron a caer en las manos de Jacinto. El trigueño apostó dos reales, se dispuso mentalmente y lanzó los dados pero volvió a perder.
—¡Carajo! —pensó no sin preocupación—. Se me está acabando el dinero y estos malditos topos la tiene en contra mía.
Cuando Jacinto se disponía a lanzar los dados una vez más se sintió asaltado por la imagen de Eulalia. Él y Lalín, como era conocidala dulce muchacha, intercambiaban miradas románticas y algunas rápidas palabras amables cada vez que se divisaban. Como era supersticioso en extremo pensó que la imagen que le había asaltado era un buen presagio.
—¡Ahora sí coño! —se dijo a sí mismo; ahora sí voy a ganar.
Y colocó una fuerte apuesta, reservándose solamente una peseta...por si acaso.
Como es sabido no hay un solo jugador queno aliente la esperanza de que, si se viste de una manera o si pronuncia tales o cuales palabras la suerte le sonreirá. Y la timba no había conocido jugador más supersticioso que Jacinto. El era de aquellos que si veía un gato negro se persignaba de inmediato; que jamás se le habría ocurrido cruzar por debajo de una escalera y que llevaba en el bolsillo derecho del pantalón una antigua pata deconejo. Todo para la suerte.
Jacinto cogió los topos, los examinó brevemente, los sopló y alzó la mano para lanzarlos. Entonces sucedió lo imprevisto. Cuando se encontraba concentrado y en la etapa final del proceso de enviarles el último mensaje mental, ocurrió la inoportuna intervención de Chano. El “Zurdo Loco” como le decía todo el mundo, había tocado la espalda de Jacinto al tiempo que ledecía:
—Jacinto, negro, préstame un par de reales...
El trigueño lo supo de inmediato; aun antes de que los dados cayeran en la mesa, él ya sabía que iba a perder. Nadie podía ganar en esas circunstancias. Iba a perder todo cuanto había llevado esa noche a la timba. Y todo por culpa del imbécil del “Zurdo Loco”.
Entonces Jacinto se volvió sobre sí mismo y encaró a Chano con mirada torva....