la verdad sospechosa
GARCÍA: Dame la mano, señor.
BELTRÁN: ¿Cómo vives?
GARCÍA: El calor
del ardiente y seco estío
me ha afligido de tal suerte
que no pudiera llevallo,
señor, a no mitigallo
con la esperanza de verte.
BELTRÁN: Entra, pues, a descansar. Dios te guarde. ¡Qué hombre vienes!
¡Tristán!
TRISTÁN: ¿Señor?
BELTRÁN: Dueño tienes
nuevo ya de quien cuidar.
Sirve desde hoy a García;
que tú eres diestro en la corte
y él bisoño.
TRISTÁN: En lo que importa,
yo le serviré de guía.
BELTRÁN: No es crïado el que te doy; mas consejero y amigo.
GARCÍA: Tendrá ese lugar conmigo.
TRISTÁN: Vuestro humilde esclavo soy.
Vanse don GARCÍA y TRISTÁN
BELTRÁN: Déme, señor Licenciado
los brazos.
LETRADO: Los pies os pido.
BELTRÁN: Alce ya, ¿Cómo ha venido?
LETRADO: Bueno, contento, honrado
de mi señor don García,
a quientanto amor cobré,
que no sé cómo podré
vivir sin su compañía.
BELTRÁN: Dios le guarde, que, en efeto,
siempre el señor Licenciado
claros indicios ha dado
de agradecido y discreto.
Tan precisa obligación
me huelgo que haya cumplido
García, y que haya acudido
a lo que estanta razón.
Porque le aseguro yo
que es tal mi agradecimiento,
que, como un corregimiento
mi intercesión la alcanzó
-- según mi amor, desigual -- ,
de la misma suerte hiciera
darle también, si pudiera
plaza en Consejo Real.
LETRADO: De vuestro valor lo fío. BELTRÁN: Sí, bien lo puede creer.
Mas yo me doy a entender
que, si con el favor mío
en ese escalón primero
se ha podido poner, ya
sin mi ayuda subirá
con su virtud al postrero.
LETRADO: En cualquier tiempo y lugar
he de ser vuestro crïado.
BELTRÁN: Ya, pues, señor Licenciado
que el timón ha de dejar
dela nave de García,
y yo he de encargarme de él,
que hiciese por mí y por él
sola una cosa querría.
LETRADO: Ya, señor, alegre espero
lo que me queréis mandar.
BELTRÁN: La palabra me ha de dar
de que lo ha de hacer, primero.
LETRADO: Por Dios juro de cumplir,
señor, vuestra voluntad.BELTRÁN: Que me diga una verdad
le quiero sólo pedir.
Ya sabe que fue mi intento
que el camino que seguía
de las letras, don García,
fuese su acrecentamiento;
que, para un hijo segundo,
como él era, es cosa cierta
que es ésa la mejor puerta
para las honras del mundo.
Puescomo Dios se sirvió
de llevarse a don Gabriel,
mi hijo mayor, con que él
mi mayorazgo quedó,
determiné que, dejada
esa profesión, viniese
a Madrid, donde estuviese,
como es cosa acostumbrada
entre ilustres caballeros
en España; porque es bien
quelas nobles casas den
a su rey sus herederos.
Pues como es ya don García
hombre que no ha de tener
maestro, y ha de correr
su gobierno a cuenta mía,
y mi paternal amor
con justa razón desea
que, ya que el mejor no sea,
no la noten por peor,...
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